miércoles, 11 de marzo de 2015

SEXO SENTIDO: con-tacto

Todos los sentidos son maravillosos para amar, gozar, sentir, dar y recibir, pero nadie discutirá que el tacto es sin lugar a dudas, para los amantes del buen sexo, el rey de los sentidos.

Toda nuestra piel tiene millones de células, corpúsculos y terminaciones nerviosas destinadas a informar a nuestro cerebro de las cualidades de aquello que tocamos o nos toca: frío, calor, dureza, aspereza, suavidad, textura, presión, vibración, cosquilleo… y todas aquellas maravillas que nos pueden permitir, comunicar un cuerpo con otro, una sensación con otra.

Aprender a tocar, a acariciar, a besar, lamer, rascar, morder, presionar, golpear… en la sensualidad y sexualidad no es tarea fácil, ya que no sólo transmitimos sensaciones sino también emociones.

Al tocar al otro/a, inconscientemente ponemos una intención y un sentimiento o emoción en lo que estamos haciendo, y, al estar en un momento tan receptivo a las caricias, percibimos mucho más que una simple sensación táctil; percibimos ternura, protección, seguridad, amistad, deseo, pasión, dominio, sumisión, lujuria… distinguimos a la gatita de la tigresa, al amante romántico del salvaje…

Todo un arte para los más atrevidos: ¿Cómo podemos acariciar una mano por ejemplo?: con toda la mano, por la palma o el reverso, acariciar con uno o más dedos, chupar y tragar los dedos, lamer, besar, mordisquear o arañar suavemente las yemas, la palma y las comisuras, mordisquear la mano en sus partes más carnosas, apretar los dedos por su extremo, reseguirlos acariciando sus bordes, acariciar haciendo presión en la palma de la mano con los dedos, buscando las zonas más sensibles; la presión, la temperatura, la humedad, el tamaño, la firmeza, la suavidad o rugosidad de la mano… todo ello influirá, sumándose a lo que sentimos y proporcionando infinidad de sensaciones placenteras.

¿Qué podemos decir de cualquier otra parte del cuerpo? Todas, sin excepción, son sensibles al tacto y por lo tanto erógenas, aunque la intensidad de las sensaciones varíe según las personas y su grado de sensibilidad. Por ello hay orgasmos que se producen sólo acariciando debidamente una parte del cuerpo como puede ser: el cuello y orejas, mentón y boca, los costados del torso, las manos, atención especial a los pies, los pechos y pezones (en la mujer y el hombre), el interior de los codos y rodillas y no hablemos de la zona perineal, la zona anal (también en los dos sexos) y cómo no, los anhelados genitales.

La riqueza de este sentido no tiene límites, un/a buen amante debería ser capaz de acariciar cada día de forma distinta el cuerpo de su amado/a. Aunque los que escribimos sobre sexo y sensualidad compartamos consejos, fórmulas o decálogos básicos, éstos sólo son la base para que nuestra creatividad, imaginación y fantasía, unidas a nuestros sentimientos, nos permitan recrear, en cada momento, las sutilezas del con-tacto sensual y sexual.

A este con-tacto le podemos añadir el hecho de acariciar el cuerpo con objetos de diferentes texturas, sabores, colores y aromas: plumas, seda, hilo, ceras, aceites, frutas, chocolate, nata, vino, champán… o algo más atrevido: máscaras, grilletes, cuerdas, pinzas,… ¡la creatividad no tiene límites!

Si a todo ello, le añadimos la curiosidad de aprender cosas nuevas cada día, la ilusión por el cuerpo de él/ella, de crear el ambiente adecuado, dejar las prisas a un lado, olvidar el coito (penetración) como meta, dejar las expectativas y pasar a vivir el momento… si somos capaces de transformar nuestras caricias, besos… en una melodía tan variada como seamos capaces de interpretarla en cada momento, si el cuerpo del amado/a se transforma en el instrumento y nosotros en los artistas… empezaremos a saber lo que es usar el tacto para hacer el amor.

Deberíamos conocer las sutiles líneas que separan el placer / dolor, suavidad / cosquillas, rudeza / brutalidad… hablar, gemir, suspirar, ronronear… nos servirán para indicarle a nuestro dador de placeres, qué es lo que nos gusta o no y cómo nos gusta que lo haga.

La atracción hacia los zonas especialmente sensibles de nuestra pareja, como puedan ser: los pezones, el clítoris, vagina, pene, prepucio (glande), testículos, perineo y ano, deberán ser tratadas con más curiosidad, delicadeza y entrega que las demás. Ahí podemos hacer que nuestro amado/a toque el cielo o nos maldiga, por lo tanto un consejo de amigo: olvidaros de las prisas y de lo que los demás dicen o hacen, de lo que creéis saber o de vuestra experiencia, cada amante, cada momento, es único y exclusivo, terrenal y divino, placentero y orgásmico, sin igual.

Habrá días y momentos en que el clítoris os pedirá que casi ni lo toquéis, rozar sus alrededores será tarea de un delicado artista; otros el clítoris os pedirá guerra y querrá ser succionado, recibir pequeños mordiscos, ser atrapado entre vuestros dedos o... Cada instante es una ocasión maravillosa para aprender, gozar, amar y perderse en la aventura de encontrar nuevos caminos para llegar al éxtasis.

Los dedos, las manos, los labios, la lengua, la nariz, vuestros pechos con sus pezones, vuestros genitales, las curvas de vuestro cuerpo… incluso vuestros pies… pueden acariciar, dar placer y llevar al orgasmo o al éxtasis el sexo de vuestra pareja; el tacto lo podemos proporcionar con objetos externos a nosotros o con todo nuestro cuerpo, sin excepción de ninguna parte, por que todo es maravillosamente hermoso, sensible y abierto a dar y recibir las emociones, las sensaciones y el placer.

“Sentía el calor de su aliento respirando sobre mi sexo, calentando mi perla y humedeciendo mi entrepierna, su respirar acompasado, sus labios, rozando, relamían de gusto mis entrañas y les hacían rezumar el néctar que a él tanto le gustaba; estos labios, acompañados por su lengua, fueron abriéndose paso entre los míos, anhelantes de besos, deseando ser abiertos para sentir entrar en ellos a mi hombre, a mi dios. Su lengua lamía la cumbre de mi sexo cada vez con más pasión, luego empezó a lamer suavemente y hacer presión sobre el agujerito del pipi, sentí un agradable cosquilleo que me recordó las ganas de orinar… mi hombre, no sé porqué, empezó a emocionarse, me amaba, me sentía, temblaba… su emoción, y su deseo despertaron a mi hembra interior, haciéndola sentir deseada, transformando a mi mujer en la suya.

Reposó sobre mi sexo, recuperando su aliento, su nariz hundida en mis labios vaginales, unos dedos jugando dentro de  mi vagina y otros acariciando la zona íntima de mi ano, no sé como lo hacía, pero cada vez me sentía más mujer, sus nuevos besos, sus lamidas y sorbos, el repiqueteo de sus dedos en el punto sagrado de mi interior, me hicieron subir por una espiral de sensaciones, de emociones, de abandono y de rendición a todo, me sentí transportada a un cálido y húmedo mundo de placer, estallé y sentí como si me orinara, me mojé...

En el ascenso me perdí, sentí abrazar la muerte y dejar mi cuerpo, el placer que me invadía era superior al que podía soportar, mi diosa lo tomó y se proyectó impulsada hacia el infinito, hacia una luz llena de colores y sonidos, donde el sexo, el placer y el amor eran uno con todo”

Mi deseo, de todo corazón, es que sigamos aprendiendo a gozar de este sentido.

Ignasi Tebe (antes Ricardo Alas)
Sanador, educador y escritor sexual
Facilitador de cursos y talleres para Hombres, Mujeres y Parejas.
Contacto: 667761640 o conexion@ignasi-aurea.com

3 comentarios:

  1. Respuestas
    1. El buen sexo no necesita de nada más para ser hermoso, solo una actitud especial, que sale no sólo de las manos sino del corazón. Gracias Favián

      Eliminar
  2. Qué bien descrito. Viva el tacto! :)

    ResponderEliminar