Todos los sentidos son
maravillosos para amar, gozar, sentir, dar y recibir, pero nadie discutirá que
el tacto es sin lugar a dudas, para los amantes del buen sexo, el rey de los
sentidos.
Toda nuestra piel tiene millones de células, corpúsculos
y terminaciones nerviosas destinadas a informar a nuestro cerebro de las
cualidades de aquello que tocamos o nos toca: frío, calor, dureza, aspereza,
suavidad, textura, presión, vibración, cosquilleo… y todas aquellas maravillas
que nos pueden permitir, comunicar un cuerpo con otro, una sensación con otra.
Aprender a tocar, a acariciar, a besar, lamer, rascar,
morder, presionar, golpear… en la sensualidad y sexualidad no es tarea fácil,
ya que no sólo transmitimos sensaciones sino también emociones.
Al tocar al otro/a, inconscientemente ponemos una
intención y un sentimiento o emoción en lo que estamos haciendo, y, al estar en
un momento tan receptivo a las caricias, percibimos mucho más que una simple
sensación táctil; percibimos ternura, protección, seguridad, amistad, deseo, pasión,
dominio, sumisión, lujuria… distinguimos a la gatita de la tigresa, al amante
romántico del salvaje…
Todo un arte para los más atrevidos: ¿Cómo podemos
acariciar una mano por ejemplo?: con toda la mano, por la palma o el reverso,
acariciar con uno o más dedos, chupar y tragar los dedos, lamer, besar,
mordisquear o arañar suavemente las yemas, la palma y las comisuras,
mordisquear la mano en sus partes más carnosas, apretar los dedos por su
extremo, reseguirlos acariciando sus bordes, acariciar haciendo presión en la
palma de la mano con los dedos, buscando las zonas más sensibles; la presión,
la temperatura, la humedad, el tamaño, la firmeza, la suavidad o rugosidad de
la mano… todo ello influirá, sumándose a lo que sentimos y proporcionando
infinidad de sensaciones placenteras.
¿Qué podemos decir de cualquier otra parte del cuerpo? Todas,
sin excepción, son sensibles al tacto y por lo tanto erógenas, aunque la
intensidad de las sensaciones varíe según las personas y su grado de
sensibilidad. Por ello hay orgasmos que se producen sólo acariciando
debidamente una parte del cuerpo como puede ser: el cuello y orejas, mentón y
boca, los costados del torso, las manos, atención especial a los pies, los
pechos y pezones (en la mujer y el hombre), el interior de los codos y rodillas
y no hablemos de la zona perineal, la zona anal (también en los dos sexos) y cómo
no, los anhelados genitales.
La riqueza de este sentido no tiene límites, un/a buen
amante debería ser capaz de acariciar cada día de forma distinta el cuerpo de
su amado/a. Aunque los que escribimos sobre sexo y sensualidad compartamos consejos,
fórmulas o decálogos básicos, éstos sólo son la base para que nuestra
creatividad, imaginación y fantasía, unidas a nuestros sentimientos, nos
permitan recrear, en cada momento, las sutilezas del con-tacto sensual y
sexual.
A este con-tacto le podemos añadir el hecho de acariciar el
cuerpo con objetos de diferentes texturas, sabores, colores y aromas: plumas,
seda, hilo, ceras, aceites, frutas, chocolate, nata, vino, champán… o algo más
atrevido: máscaras, grilletes, cuerdas, pinzas,… ¡la creatividad no tiene límites!
Si a todo ello, le añadimos la curiosidad de aprender
cosas nuevas cada día, la ilusión por el cuerpo de él/ella, de crear el
ambiente adecuado, dejar las prisas a un lado, olvidar el coito (penetración)
como meta, dejar las expectativas y pasar a vivir el momento… si somos capaces
de transformar nuestras caricias, besos… en una melodía tan variada como seamos
capaces de interpretarla en cada momento, si el cuerpo del amado/a se
transforma en el instrumento y nosotros en los artistas… empezaremos a saber lo
que es usar el tacto para hacer el amor.
Deberíamos conocer las sutiles
líneas que separan el placer / dolor, suavidad / cosquillas, rudeza /
brutalidad… hablar, gemir, suspirar, ronronear… nos servirán para indicarle a
nuestro dador de placeres, qué es lo que nos gusta o no y cómo nos gusta que lo
haga.
La atracción hacia los zonas especialmente sensibles de
nuestra pareja, como puedan ser: los pezones, el clítoris, vagina, pene,
prepucio (glande), testículos, perineo y ano, deberán ser tratadas con más
curiosidad, delicadeza y entrega que las demás. Ahí podemos hacer que nuestro
amado/a toque el cielo o nos maldiga, por lo tanto un consejo de amigo:
olvidaros de las prisas y de lo que los demás dicen o hacen, de lo que creéis
saber o de vuestra experiencia, cada amante, cada momento, es único y
exclusivo, terrenal y divino, placentero y orgásmico, sin igual.
Habrá días y momentos en que el clítoris os pedirá que
casi ni lo toquéis, rozar sus alrededores será tarea de un delicado artista;
otros el clítoris os pedirá guerra y querrá ser succionado, recibir pequeños
mordiscos, ser atrapado entre vuestros dedos o... Cada instante es una ocasión
maravillosa para aprender, gozar, amar y perderse en la aventura de encontrar
nuevos caminos para llegar al éxtasis.
Los dedos, las manos, los labios, la lengua, la nariz, vuestros
pechos con sus pezones, vuestros genitales, las curvas de vuestro cuerpo…
incluso vuestros pies… pueden acariciar, dar placer y llevar al orgasmo o al
éxtasis el sexo de vuestra pareja; el tacto lo podemos proporcionar con objetos
externos a nosotros o con todo nuestro cuerpo, sin excepción de ninguna parte,
por que todo es maravillosamente hermoso, sensible y abierto a dar y recibir
las emociones, las sensaciones y el placer.
“Sentía el calor de su aliento respirando sobre mi sexo,
calentando mi perla y humedeciendo mi entrepierna, su respirar acompasado, sus
labios, rozando, relamían de gusto mis entrañas y les hacían rezumar el néctar
que a él tanto le gustaba; estos labios, acompañados por su lengua, fueron
abriéndose paso entre los míos, anhelantes de besos, deseando ser abiertos para
sentir entrar en ellos a mi hombre, a mi dios. Su lengua lamía la cumbre de mi
sexo cada vez con más pasión, luego empezó a lamer suavemente y hacer presión sobre
el agujerito del pipi, sentí un agradable cosquilleo que me recordó las ganas
de orinar… mi hombre, no sé porqué, empezó a emocionarse, me amaba, me sentía,
temblaba… su emoción, y su deseo despertaron a mi hembra interior, haciéndola
sentir deseada, transformando a mi mujer en la suya.
Reposó sobre mi sexo, recuperando su aliento, su nariz
hundida en mis labios vaginales, unos dedos jugando dentro de mi vagina y otros acariciando la zona íntima
de mi ano, no sé como lo hacía, pero cada vez me sentía más mujer, sus nuevos
besos, sus lamidas y sorbos, el repiqueteo de sus dedos en el punto sagrado de
mi interior, me hicieron subir por una espiral de sensaciones, de emociones, de
abandono y de rendición a todo, me sentí transportada a un cálido y húmedo
mundo de placer, estallé y sentí como si me orinara, me mojé...
En el ascenso me perdí, sentí abrazar la muerte y dejar
mi cuerpo, el placer que me invadía era superior al que podía soportar, mi
diosa lo tomó y se proyectó impulsada hacia el infinito, hacia una luz llena de
colores y sonidos, donde el sexo, el placer y el amor eran uno con todo”
Mi deseo, de todo corazón, es que sigamos aprendiendo a gozar
de este sentido.
Ignasi Tebe (antes Ricardo Alas)
Sanador, educador y escritor sexual
Facilitador de cursos y talleres para Hombres, Mujeres y Parejas.
Contacto: 667761640 o conexion@ignasi-aurea.com
Sanador, educador y escritor sexual
Facilitador de cursos y talleres para Hombres, Mujeres y Parejas.
Contacto: 667761640 o conexion@ignasi-aurea.com
solo sexo
ResponderEliminarEl buen sexo no necesita de nada más para ser hermoso, solo una actitud especial, que sale no sólo de las manos sino del corazón. Gracias Favián
EliminarQué bien descrito. Viva el tacto! :)
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