domingo, 21 de diciembre de 2014

Dulce despertar

Sonó el despertador, eran las 9 de la mañana, el primer día de vacaciones para los dos, con la sensación de no hay prisa, de tranquilidad…

Se dio la vuelta hacia mí y sin abrir los ojos buscó el abrazo de cada mañana, era un abrazo especial donde quedábamos cara a cara, mi mano izquierda tras su cabeza y rodeando su hombro, mi mano derecha sobre su espalda y mi pierna derecha sobre su cadera.

La sentía respirar, probablemente saliendo de su sueño, la miraba embelesado, sintiendo en mi interior la ternura, el amor, el deseo que despertaba en mí, su contacto, su presencia. Empecé a besarle suavemente la frente y los párpados cerrados, acariciando su cara, recorriendo suavemente su espalda; apretándola hacia mí para sentirla más dentro de mi alma.

Abrió los ojos y, al verme mirándola, rió como una niña que al despertar encuentra su peluche favorito entre sus brazos. A su edad, en este instante, parecía una niña alegre y con ganas de jugar. Empezó a besarme con pequeños besos en toda la cara, como hacen los niños cuando les entra un ataque de amor, me dejé querer y al cerrar los ojos sentí aquella mujer, a su niña y a su diosa amándome.

La abracé fuerte y empecé a acariciar su cuerpo casi desnudo; recorrí su espalda, el valle de su cintura, la loma de su cadera, la lujuria de sus nalgas, bajé hasta donde llegaba mi mano, justo detrás de las rodillas, subía por su entrepierna, ascendía por su costado… me perdía en el laberinto de su cuerpo.

Ella no paraba de besarme, ahora más como mujer que como niña, sus labios buscaban los míos, su lengua quería jugar con la mía, su respiración y la mía iban al compás, se puso cara arriba completamente. El brazo que tenía debajo de su cabeza llegaba a sus preciosos pechos y con el brazo libre podía hacer lo que quisiera. Me paró un instante y se quitó la tentación que llevaba para dormir, ofreciendo a mi vista y tacto el apreciado regalo de su desnudez.

No paré de acariciarla, besarla, poseerla con mis manos, con mis labios, con mi alma, hasta que llegó a su cima de placer y se desbordó en un ahogado grito, anuncio de un sentido orgasmo; lo sentí en mis dedos y en mi alma, porque mi cuerpo se estremeció en el mismo instante, mi corazón se aceleró al ritmo del suyo y aunque no eyaculé, oleadas de placer y vacío llenaron mi cuerpo, vaciando mi mente.

Unos minutos de silencio, solos con la música de fondo de nuestro acelerado respirar y con los latidos de nuestros corazones. Volvimos poco a poco a la normalidad… miradas, sonrisas, besos, caricias… mi sexo respondió rápido, ella lo miró y me dijo “me encanta verlo así”, cambió de postura y se dispuso a besar mi cuerpo, a acariciarlo y hacerme sentir cada caricia como venida de algún mágico lugar, unas caricias que me hacían sentir amado, caricias que curaban, caricias de amor que me excitaban y daban ganas de vivir con toda la intensidad aquel momento presente, caricias que me llevaban a una progresiva locura de ser suyo, de darme a ella, de dejarme hacer y sentir.

Ella me amaba, lo sabía y lo transmitía, sus besos y caricias eran una mezcla de deseo, de honra por mi cuerpo, de adoración por mi esencia, de pecaminosa lujuria y del placer de sentir que, ahora, yo era suyo.

Me abandoné a ella y cerré los ojos, prefería sentirla que mirarla, mis manos la ayudaban a acariciarme, eran cuatro manos y su boca las que me estaban llevando a su locura de placer, sentí un ligero vértigo, una sensación que nacía en mi perineo, iba por los testículos y empujaba por salir, una parte por mi excitado pene y la otra perdida en mi espalda subiendo hasta hacerme perder el sentido cuando llegó a mi cabeza… Solo veía luz y colores, sólo escuchaba cascabeles y tintineo de estrellas, olía a sexo y a flores y en mi boca sabor a miel y a hembra.

Perdí la noción del tiempo, cuando abrí los ojos, la tenía a mi lado, medio incorporada, mirándome, sonreí besando a mi diosa y nos abrazamos y los dos sentimos que éste había sido un bello y “dulce despertar”.

Ignasi Tebé (ignasi.aurea@gmail.com)
Sanador, escritor y educador sexual
Facilitador de cursos y talleres para Hombres, Mujeres y Parejas

martes, 4 de noviembre de 2014

Pasión contenida

En todo el mundo de las relaciones íntimas, existe siempre, en unos momentos más que en otros, la pasión, el deseo imperioso y vital de hacer el amor, de unir los sexos de ambos, muchas veces nuestras emociones y algunas veces nuestras almas en un abrazo orgásmico que nos lleve al placer de los cuerpos, a la descarga de tensiones, a la unión de las almas, a la comunión íntima.

No siempre, en el mundo de las parejas, sean ocasionales o estables, esta pasión se siente al igual por ambas partes y muy a menudo uno de los dos se queda frustrado ante este deseo no realizado, o ante esta expectativa frustrada. Ello nos puede llevar a pensamientos, sentimientos o emociones poco saludables para nosotros y para nuestra relación.

Tanto los hombres como las mujeres sentimos estas sensaciones muchas veces a lo largo de nuestras vidas y no siempre salimos airosos de ellas: mal humor, estrés, inseguridad, baja autoestima, agresividad, rabia, frustración, tristeza, dolor, resignación, fatalismo, ensimismamiento y otras… llenan muchas veces nuestro ser generando todo tipo de conflictos físicos, psíquicos y a veces espirituales, todo por no saber canalizar esta energía.

La sexualidad es la gran energía creadora del universo, a nosotros los humanos la sexualidad nos acerca a lo sobrenatural y nos hace más dioses y diosas si la sabemos canalizar adecuadamente. La energía sexual no debería ser considerada como una energía participativa, de más de una persona… o vinculada necesariamente a la penetración, a la eyaculación y al orgasmo.
Esta energía es tan maravillosa que puede proporcionarnos orgasmos extáticos, sin coito, sin eyaculación, sin los orgasmos que conocemos.

Es una energía poderosísima que se origina en los genitales y que cuando más se trabaja y desarrolla, más quiere expandirse por todo nuestro cuerpo e incluso más allá del mismo.

Saberla gestionar, dirigirla hacia donde deseamos o necesitamos, incrementarla, potenciarla, gozarla en solitario… o intercambiarla con otras personas, son decisiones conscientes que nosotros habremos de saber tomar.

Para ello solo hace falta cambiar el chip de nuestra mente que nos dice que besos, caricias, contacto… es igual a sexo (no siempre han de ser preliminares a…) y aprender a hacernos el amor de forma consciente utilizando sobre todo la mirada, la respiración y una nueva actitud. El Tantra nos puede ayudar mucho a aprender estas maneras de enriquecer nuestra sexualidad, canalizar su energía y hacerla mucho más sagrada.

Cuando actuamos correctamente frente a un rechazo temporal de sexo, nuestra pareja no sólo nos admira sino que de alguna forma aprende a amarnos más, a respetarnos y por lo tanto a desearnos. Al fin quien más va a ganar seremos los dos, siempre y cuando el juego sexual no se trunque y sigamos cautivando, seduciendo, haciéndonos desear y, por lo tanto excitando y manteniendo vivo el fuego y la contenida pasión, a la espera del momento mágico no programado.

“Cuando sentí que si seguía hacia delante, ella no estaba dispuesta y por lo tanto no íbamos a disfrutar de lleno, cambié de actitud, respiré varias veces profundamente y reabsorbí aquella maravillosa energía, aquel deseo de penetrarla y gozarla hasta el orgasmo. De repente noté que su cuerpo se relajaba y su respiración se hacía más pausada, sonreí para mis adentros y la miré a los ojos, con esta medio sonrisa que me salía del alma. Nos besamos y nuestro abrazo se hizo mucho más cálido. ¿Quieres que nos levantemos?, “me apetece seguir un rato más si quieres” y así estuvimos todavía media hora larga… varias veces me excité y sentí el deseo casi irracional de poseerla, pero respiré, sonreí y la amé, deseando mucho más que el polvo mágico del momento.

Nos levantamos y me propuse ser un hombre seductor y deseado durante todo el día, en el baño, durante el desayuno y luego cada uno en su trabajo mediante mensajes sexys y de deseo apasionado… “me gustó mucho besar tus labios… y deseo volver a hacerlo cuando estemos solos esta noche”, ”no tenía ganas porque mi cabeza estaba en otro lado, lo siento… te adoro y me gustas mucho”, “¿cuánto te gusto?”, “tanto como para desearte en cuerpo y alma”, “tengo ganas de hacerte mía”… algunos emoticones acompañaron los mensajes. El clima se iba caldeando como el día.

A mediodía, “no tomo postre porque esta noche tú serás mi postre favorito”, “te tengo ganas”, “me gustan tus olores y sabores”… cuando llegué a casa estaba más guapa que de costumbre, se respiraba alegría, los niños estaban encantados y la fiesta familiar: deberes, juegos, baño, cena… fue verdaderamente deliciosa. Acostamos a los dos peques y mirándolos nos dimos un beso apasionado.

La invité a sentarse en el sofá y comentar un poco los detalles importantes del día, entre algún que otro beso y caricias en los pies…

“Tengo ganas de ir a la cama me dijo”, “¿a dormir?”, “no, a estar contigo…”,en el baño seguí calentando motores, le di un beso apasionado y abrazándola de espaldas acaricié sus pechos y su lindo trasero, “qué guapa eres y cómo me gustas…”.

Ya en la cama nos sumimos en una danza donde besos y caricias danzaban al unísono con la pasión, los húmedos deseos y el deseo irrefrenable de ser suyo, de que ella quisiera ser mía…”

Hay dos formas de darle la vuelta a un “ahora no me apetece”, vosotros escogéis la que más os apetezca.

De todo corazón

Ignasi Tebé (antes Ricardo Alas)

Sanador, educador y escritor sexual

domingo, 2 de noviembre de 2014

Divina Sexualidad

Locuras de Ricardo, algunos le llaman Kundalini

Estaba en la cama, entre despierto y soñando, dejando mi mente, sintiendo mi cuerpo y escuchando los mensajes del alma.

Mis genitales estaban vivos, los sentía unidos a la tierra, a mis instintos primarios, formando parte del aire, del agua y del fuego, siendo un ser de la Gran Madre Naturaleza, un ser vivo conectado con la fuerza que me daba el sentirme parte de este gran todo que es la creación.

Primitivo, chamán, cazador… hombre, amante de la Naturaleza, del Gran Femenino, de la Diosa Tierra. Sentí en mis entrañas la invasión de este femenino, sentí a la tierra, a la diosa entrar en mi sexo y apoderarse de mí y sentí la energía femenina hacerme suyo.

Mi alma me inundó de belleza: un lago, una cascada, olor a tierra mojada, hierba, flores, pájaros… un dulce y poderoso amanecer y, entre los rayos del sol que bañaban mi cuerpo, sentí la presencia femenina de las diosas: mujeres casi etéricas, bellísimas, volátiles, sensuales, medio ninfas, medio hadas, que sonreían, jugaban y me miraban con amor. Olían a perfume de mujer, a hembra silvestre, a cielo.

Todo este femenino, tan hermoso, hizo que me olvidara de mi, de mi condición de hombre, de mi sexo, de todo, menos de mi esencia. Me sentía más vivo que nunca, más libre que el aire, más volátil que una pluma y entregado a esta sensación sentí la armonía femenina de la tierra y escuché la música de la naturaleza… era como si miles de esferas de todos los tamaños y colores vibrasen emitiendo luz y sonidos indescriptibles que me hacían sentir en la salud, la abundancia, la armonía, la belleza, la paz, la ternura, la comprensión… en el amor.

Me sumergí en este mundo femenino, en este delicioso Yin y me dejé fundir en él. La diosa me hizo suyo y me rendí a ella entregándole mi ser.

Su útero, su vagina, su sexo latían en mi interior, en su palpitar sentí formar parte del corazón femenino y me perdí en un estado de consciencia desconocido hasta ahora por mi… dulce silencio, paz, luz…

Poco a poco fui retornando de esta sensación, sentí el aire que respiraba, el calor de mi cuerpo, el palpitar de mi corazón… era tanto el poder de la diosa dentro de mí que sentí humedecerse mi sexo, excitándome por el deseo, por la pasión de fundirme en cuerpo y alma con el Gran Masculino, con el Sol, con el Yang del Universo, con el dios hecho hombre.

La diosa que albergaba empezó a excitarse cada vez con más intensidad, empecé a jadear, mi corazón se aceleró, sentía como ella deseaba ser penetrada por mi dios, ser follada y morir abrazada a él, en un divino orgasmo…

Perdí la noción de todo lo conocido y sentí adentrarme en un universo de deseo, pasión, placer, sexo, orgasmo… un maravilloso camino para llegar al éxtasis sagrado de la comunión íntima, de la fusión del masculino y el femenino, del sentirse parte de toda la creación.

Algo estalló dentro de mí, la fuerza, la energía femenina que yacía en mis genitales salió buscando la luz del sol por mi cabeza, sentí mi pene ascender conmigo, todo mi cuerpo lo sintió, mi corazón estalló de amor, de mi garganta brotó un grito, mi mente solo vio mucha luz y sentí morir en un éxtasis orgásmico que me transportó no sé donde.

No se cuanto duró, pero por el camino de retorno, supe que algo muy grande me había ocurrido; en mi interior sentí un gran amor, una capacidad de comprensión desconocida, me sentí muy grande y a la vez muy pequeño, siendo consciente de la inmensidad en la que estaba, sentí en mi interior la pequeñez del hombre y la grandeza del dios. Me di cuenta que estaba en la cama, abrazado a mi mujer, con mi pene todavía casi erecto y mojado. Abrí los ojos, la miré y la besé con mis labios y mi alma.

Cuando volví a abrir los ojos, los suyos y los míos estaban mojados, pero nuestros labios dibujaban una bella sonrisa. Empecé a comérmela a besos, los dos nos excitamos y al hacerle el amor, le dije: tu diosa se folló a mi dios, pero ahora yo, tu dios, voy a follarte a ti, mi diosa, mientras la penetraba dulcemente.

Ricardo Alas

El placer de verte desnuda.


Estaba sentado en el sofá viendo la tele,… a punto de empezar “9 semanas y media”, ya la habíamos visto 2 veces, pero esta noche estábamos solos y nos apetecía verla de nuevo.

Faltaban dos minutos para empezar la película y la avisé… “me falta un poquito, comienza sin mí…”,… la película empezó y me dejé llevar por tercera vez por la bella Elisabeth y su John,…. me gustaría parecerme a él y poder hacer con mi mujer lo que él hace con Elisabeth…

Me olvidé de mi mujer y me volví a meter en la trama apasionada de aquella tórrida relación, veía y soñaba a la vez,… ¿porqué a los humanos nos cuesta tanto expresar a nuestras parejas lo que sentimos en nuestros genitales, en nuestro corazón o en nuestra alma? ¿Porqué no me atrevía a decirle a mi mujer “me gustaría comer encima de tu cuerpo exquisito”? Siempre que veía escenas agradables de sensualidad y sexo pensaba lo mismo.

Además de atraerme, nos amábamos como pareja y hacíamos el amor con cierta frecuencia,… pero confieso que últimamente no estábamos viviendo la pasión ni el deseo que habíamos sentido al inicio.

Ella apareció de repente, envuelta en su albornoz; “se habrá duchado” pensé, me sonrió y me dijo: “no me preguntes el porqué, pero déjame hacer”; apagó la tele, me dejó perplejo y sin película, bajó las luces del salón, encendió unas velas, les echó unas gotas de un perfume digno de un buen escote, puso un CD en el equipo, volvió a sonreír y desapareció. Me quedé perplejo, a veces me costaba entender a las mujeres y ahora también a la mía, no podía creer que en lugar de “nuestra peli” quisiera hacer una especie de meditación… Quise levantarme pero algo me dijo:”espera a ver qué hace” y valió la pena.

Volvió a aparecer, andando segura, tremendamente atractiva y envuelta en mi gabardina, puso en marcha el CD y empezó a dedicarme una serie de movimientos sensuales al ritmo de una música de vértigo, mientras se quitaba, ¡qué bien lo hacía!, la gabardina.

Llevaba un corto y ajustado vestido, con medias y guantes negros y unos altos zapatos de tacón; no era mi mujer, era mi sueño dorado y lo supe: me iba a regalar, un striptease; mi corazón se sobresaltó y mi incomprensión del alma de las mujeres se acentuó, pero al mismo tiempo, sentí, en mi sexo y en mi corazón, un deseo y un reconocimiento que me sacudió, y me dije: “es un regalo, acéptalo, disfrútalo, agradécelo,…” Dejé de juzgar y de pensar (dios qué difícil es a veces) y me dispuse a disfrutar y vivir su regalo, el de su deliciosa feminidad, su mujer, su niña traviesa, su tigresa escondida, su alma oculta,…

¿Porqué una mujer, de repente, decide hacer algo que nos sorprende tanto que creemos estar soñando? ¿Qué extraño poder habita en su alma, en su corazón o en su coño misterioso?

Sentí que la película había descendido a mi nivel y que yo era el John obsequiado,… mi corazón se iba acelerando y mi sexo, casi sin darme cuenta, despertando.

¡Qué jodida! Qué hermoso desvestirse me estaba ofreciendo al ritmo de su música, de la música de su cuerpo y alma,… la miré y la vi metida en ella, ensimismada, danzando, quitándose cada prenda, con los ojos casi cerrados y viviendo aquel momento con toda la intensidad. Sus mejillas ardían, la conocía y sentí su miedo y vergüenza a no gustarme, a fallar en su intento,… dios!!!

Superado el primer momento dije entre susurros y gritos: “Qué jodida eres, que escondido tenías este poder,… te adoro!!!” Abrió los ojos, sonrió y me pareció ver una lágrima resbalar por sus ojos, paró un segundo, respiró y me dijo: “gracias amor”…

Su cara y su cuerpo se transformaron, de no sé que parte de mi mujer aparecieron la diva, la striper, la puta felina y la inocente virgen, la gata, la amante, la ninfa… y la diosa. Vi, en toda su creciente desnudez, a la mujer que anhelaba y deseaba con toda mi alma, con todo mi fuego, tal cual, tal como era, no quería que cambiase nada, solo deseaba que el milagro perdurase.

Su cuerpo iba mostrándose cada vez más seductor y apetecible, me entraban ganas de besarla, comerla y adorarla,… su entrega, su regalo, su valentía, hacían crecer mi respeto y mi deseo.

Sus brazos desnudos danzando, su tanga rojo, el liguero sujetando las medias negras, su desnuda espalda, sus senos mirándome provocativos, sus danzarinas caderas, sus apetecibles nalgas, su voluptuosidad, sus curvas, su todo… me estaban llevando a un trance extático; ¡ella se estaba regalando a mi! Me estaba ofreciendo todo su cuerpo, toda su belleza, sus sentimientos y su alma,… quería ser mía,…!

Me turbé; semejante regalo no era para mí, yo no era el digno receptor que esperaba, sólo era un saco de emociones sin control, donde el sexo y el corazón me estaban confundiendo.

La muy puta estaba dejando caer su tanga y ofreciéndome su más íntima desnudez, movimientos lascivos, sudores lujuriosos, olores embriagadores, estaban mostrándome su húmedo y bellísimo sexo. No podía contener mi emoción y le dije: “¡¡¡eres la mejor, eres mi diosa, joder cómo te quiero, adoro tu sexo…!!!”

Se acercó a mi provocativamente, seduciéndome con cada nota, con cada contoneo, volviéndome loco, aprisionándome en ella y me perdí en la más embriagadora de las delicias,… en los abrazos de mi mujer, en ella y en su sexo divino.

¡Gracias mujer, por ofrecerme tu cuerpo de hembra y tu alma de diosa! ¡Gracias por hacerme sentir tu hombre, por hacerte sentir mía, por hacerme sentir tuyo!

Con todo mi cariño, Ignasi Tebé
Sanador, escritor, educador sexual y facilitador de talleres y cursos.

Ahí va un link al striptease de “Nueve semanas y media”, que lo disfrutéis!!!

sábado, 1 de noviembre de 2014

Un trío para ella

Era una tarde de otoño, de aquellas en las que ya hay que subir el termostato para conseguir los 20 grados del bienestar; aquella tarde, como algunas otras, estábamos divirtiéndonos, bromeando y hablando de nuestras fantasías sexuales; algunas ya las habíamos llevado a la práctica, otras estaban pendientes de realizar, pero aquel día volvió a salir nuestra fantasía imposible.

Ella conocía mi oscuro deseo de hacer el amor con una mulata de buen ver, era un deseo de adolescente que, a mi edad, seguía asaltándome cada vez que veía una mujer de aquellas características. La conversación con mi pareja dio lugar, en plan jocoso, a preguntarme qué haría ella entretanto, yo le dije: “si quieres mirar…” ”si, hombre…” me contestó, y me dejó muy claro que de darse este caso poco probable, ella querría participar y jugar conmigo, y, quien sabe si con ella.

Le pregunté si también querría que yo estuviera en el caso de que su otra fantasía oculta, un  trío con dos hombres, se produjera; estábamos jugando y riendo, pero vi en su cara un rasgo de sinceridad, “naturalmente que quiero que estés; si esto ocurre algún día, no sabría hacerlo sin ti, es a ti a quien amo, aunque me gusten los tíos buenos y fantasear con ellos”, con una maravillosa carcajada.

Hablamos de, llegado el caso, si sería mejor un conocido, buscar a alguien por Internet, o ir directamente a un profesional del sexo, las ventajas de esta última opción fueron fulminantes. Los dos nos amábamos y no querríamos meter a terceras personas en nuestra vida amorosa, aunque esporádicamente en nuestra sexualidad quisiéramos montarnos un “menage a trois”.

El tema quedó abierto, los dos estábamos de acuerdo en el modo, aunque no acordamos ninguna fecha concreta.

Faltaban dos meses para su cumpleaños y pensé que sería importante por mi parte ser el primero en obsequiarle con su fantasía; me costaba buscar el hombre adecuado que colmara sus aspiraciones, sabía bien cómo le gustaban, porque cuando los veía me lo hacía saber. Mi punto de celos creció, tenía miedo de quedar mal delante de un profesional más joven, cachas y además guapo… y con una polla mejor que la mía, trabajé mi ego y mis complejos y finalmente me decidí. Después de visitar las Webs de algunas agencias de profesionales del sexo, de algunos mails y llamadas, encontré a la persona que sabía le encantaría: era guapo, moreno, muy varonil, cuerpo atlético, treinta y pocos y, por la voz y currículum, deduje que además de apasionado, era culto y podía ser sensible y tierno. Le conté mis miedos y me dijo: “tranquilo, quiero que el protagonista seas tú, yo sólo seré su capricho…”

A ella la avisé un par de días antes, sin darle demasiadas pistas, pero las suficientes como para imaginarse que la sorpresa era sexual y que deberíamos salir de casa a una hora determinada, para que se arreglase a su manera.

En la habitación del hotel había cava, tres copas, frutas y chocolate, como había encargado. Diez minutos más tarde llegó él, a ella casi se le cayeron las bragas al verlo, le había gustado… al cuarto de hora de charla, copas y toqueteos, el hielo se había fundido y, al ritmo de una buena música, empezó nuestro primer trío.

Mientras yo la cubría de besos, él, lentamente, fue desnudándola, alabando cada parte de su delicioso cuerpo, luego la tumbamos en la cama y los dos la fuimos besando y acariciando a la vez, yo empecé por arriba y él por abajo. La oímos jadear como a una hembra en celo cuando yo le lamía los pezones, acariciando su vientre, y él empezaba a besar y lamer su sexo, ¡cómo le gustaba sentirse hermosa y deseada, tocada y besada por los dos a la vez! él y yo nos miramos y sin palabras nos entendimos al instante.

Con un rápido gesto colocamos a mi mujer sobre él, cara a cara, cuerpo a cuerpo, sexo con sexo, él la estaba acariciando a conciencia y ella gozaba, haciéndonos saber lo que sentía como mujer y como diosa. La embistió con suavidad y metió todo su sexo dentro sacando de ella una exclamación que no voy a repetir; definitivamente estaba gozando de lo lindo. Yo me paré un momento y contemplé la escena, los dos tenían los ojos cerrados y estaban disfrutando salvajemente. No sentí celos, me felicité por mi hombría y me sentí el autor de la fiesta… susurré al oído de mi mujer: “¡como disfrutas cariño, que callado te lo tenías jodida…!” y me contestó: “te adoro amor y te quiero más que nunca, pero ahora te quiero detrás, fóllame tú también…”

Empecé a besar su espalda y sus lindas nalgas que danzaban al vaivén de su cabalgada salvaje, la agarré fuerte por la cadera, reduje sus movimientos y dije en voz alta, ¡voy a sumarme a la fiesta! Los dos pararon y, con destreza, lubriqué con cariño el ano de mi amada, mi erguido y ansioso pene, y me dispuse a penetrarla suavemente para hacerla gozar igual que yo iba gozando cada milímetro que avanzaba. Cuando tuve más de la mitad dentro, le dije “¡ahora sabrás si tu sueño vale la pena, te vas a enterar…!”

Inicié mi cabalgada y, al momento, su apuesto capricho se acompasó a mi ritmo, ella se dejaba llevar con los ojos cerrados por su poderosa fantasía, jadeando, chillando, animando, disfrutando, se puso a reír y a llorar a la vez, noté que estaba a punto de llegar, paré y él siguió, luego paró él y seguí yo y, así, prisionera de los dos, entró en una espiral de placer, gritando y dando gracias a sus diosas, cayendo sobre él, viendo su placer culminado.

Los dos la poseímos a la vez y luego, por separado, los dos la hicimos gozar varias veces hasta el éxtasis y fue curioso porque sentí una cierta camaradería con ese chico, estábamos de acuerdo en qué hacer para satisfacerla a ella sin ánimo de demostrar nada a nadie, simplemente gozar viendo como ella se retorcía de placer una y otra vez entre nosotros.

Terminamos con un clásico del porno, masturbándonos los dos sobre ella, le gustaba que yo lo hiciera a veces y esta vez se llevó partida doble. El final fue en la gran bañera del hotel, los tres riéndonos enjabonándonos y jugando, como fin de fiesta nos dijo: “los dos me habéis hecho sentir muy especial, muy mujer, muy golfa, pero muy grande a la vez, y ahora me encantaría sentirme aún más vuestra y colmar otra fantasía, aunque me sorprenda a mi misma y a la vez me avergüence pedíroslo, pero es como lo siento en este momento: quiero vivir una lluvia dorada, sentir sobre mi cuerpo vuestra calidez, la de los dos”, y así, sin chistar y, casi con reverencia, realizamos su último deseo, yo oriné sobre su sexo y él sobre su pecho.

Se despidió muy cortésmente y yo le di lo convenido de forma discreta, al marchar ella me miró y yo asentí, le dio un buen morreo al chico. Reconozco que se lo había ganado.

Cuando todo terminó, una vez solos, me dijo, “ éste ha sido el regalo más difícil que me han hecho en toda mi vida. Me has hecho muy feliz, los dos me habéis tratado como a una diosa y a la vez me habéis hecho sentir muy…guarra, sepas que después de esto te quiero mucho más, me has demostrado algo que muy pocos hombres serían capaces de hacer”, y me regaló un largo y prolongado beso que volvió a encender el fuego de todo mi ser.

Mi hombría se creció, mis celos desaparecieron ¡había conseguido vencer el miedo al ridículo! y gracias a ello le había regalado un día inolvidable. Me sentí grande, generoso, y la amé mucho más todavía porque la veía más mujer que nunca, mi querida golfa, mi amante, mi diosa…


Ricardo

viernes, 31 de octubre de 2014

SEXO SENTIDO: intuición

Éste es el último o el primero de los seis sentidos, la síntesis de todos ellos o la negación de los mismos, porque en la intuición radica la clave misteriosa y mágica de cualquier sensación que deseemos transmitir o recibir.
Qué sería de una mirada sin intención, fría, distante, que no te llega o que pasa de largo, una mirada que no transmite lo que el otro espera o desea, una mirada que en vez de encandilar, producir ternura, lágrimas de amor, encender pasiones, desnudarte o poseerte es simplemente nada, vacío.
Detrás de cada sentido hay una actitud, una intención, un deseo, una pasión… o simplemente no hay nada o muy poco, ausencia, vacío, hastío, rutina, aburrimiento o peor aún, rabia, odio, envidia, resentimiento, miedo, …
Imaginaros la pobreza sensual que tendríamos si cada mensaje emitido, con nuestros sentidos, no fuera la respuesta a lo que nuestro/a amante está deseando. La capacidad de intuir los mensajes ocultos de su cuerpo, de sus emociones y de su alma es lo que puede hacernos unos amantes inagotables, distintos, cambiantes e impredecibles a cada instante y por lo tanto radicalmente opuestos al aburrimiento y la rutina.
Escuchar y/o sentir lo que el otro desea, lo que nuestro interior nos sugiere, lo que el inconsciente nos inspira, es un lenguaje sutil que va más allá de lo sensual y se acerca algunos pasos a la magia del amante.
La percepción de mis/sus olores, de las combinaciones olfativas que nos surjan de forma espontánea, de la intención que ponemos al oler o ser olfateados, del olor especial que queremos ofrecer o del estado anímico en el que debemos estar para transmitir el matiz que se desea, todo ello nos producirá distintas frecuencias en nuestras feromonas, con distintas secuencias de placer.
Y qué decir de la intención que ponemos en el misterioso mundo del sonido, cuando respondemos con susurros y gemidos a los placeres que nos proporcionan o cuando hemos de interpretar estos sonidos nacidos de sus entrañas para descifrar lo que nuestra pareja está sintiendo. Podemos ser el susurro marino de la caracola, el vaivén de una barca o la más agitada furia tormentosa de una mar brava. Palabras tiernas, dulces, amorosas, sensuales, estimulantes, excitantes, apasionadas, lujuriosas, endiabladamente salvajes… un exquisito repertorio que solo podremos utilizar sabiamente si escuchamos su interior, si intuimos sus necesidades.
La intuición debe residir en cada célula de nuestro cuerpo para percibir lo que no se transmite, lo que está oculto, lo que simplemente vibra. Así nuestro cuerpo sabrá cuando la caricia esperada es la de una sutil pluma, la del aleteo de una mariposa, la de una mano amiga, tierna, amorosa, cálida o apasionada, fuerte, que araña, rasga, cachetea, pellizca o mece cual cuna.
Intuir es escuchar el lenguaje de nuestra alma, del gran subconsciente, de nuestros genes y ADN, es plasmar, sin filtros, lo que nace en nuestro interior, sin buscar explicaciones ni lógica alguna.
Este sexo sentido es el que nos puede hacer grandes amantes, en la búsqueda constante del orgasmo todavía no creado.
“Aquel día las yemas de mis dedos me transmitían íntegramente todos los mensajes del cuerpo de ella, no se porqué sentían su calma, su abandono, su paz y la mecían suavemente deslizándose, casi flotando, bailando sin tocar el suelo sobre su cara, sus párpados, su cuello, sus senos… parecía que de la punta de cada dedo emanara una suave y cálida brisa que acariciaba su piel, mis dedos envidiaban el aleteo de la mariposa y se contoneaban sensualmente buscando el despertar de la belleza, el amanecer de sus deseos.
Se arqueó suspirando, gimiendo por el dulce placer y sin abrir los ojos entendí que deseaba recibir otras sensaciones de mis excitantes yemas. Los dedos, las manos cambiaron suavemente el ritmo, yo no pensaba, sólo sentía y bailaba con ellas, buscando instintivamente sus zonas de placer, dibujando mapas obscenos sobre su piel, despertando susurros y jadeos de lujuria y placer, subiendo la fragancia sensual de su cuerpo, embriagándome con sus aromas, humedeciendo mis manos, mojando mi sexo.
Nuestra respiración se aceleró, íbamos al mismo ritmo, los acordes de nuestros cuerpos, nuestros latidos, jadeos, palabras sonaban todas rítmicamente componiendo una melodía embriagadoramente obscena, sentí que su clímax se acercaba y “algo me dijo”: cambia.
Dejé de acariciarla y me puse sobre ella, sujetando mi cuerpo con mis brazos, mirándola en silencio, con una sonrisa en los labios y pensando lo mucho que deseaba penetrarla… tuvo una pequeña convulsión y me dijo: te quiero dentro, poséeme amor, quiero ser tuya (otra vez mi intuición había funcionado). Sentí que debía hacerla esperar aunque sin parar, la besé con dulzura para seguir con un beso apasionado de los que te piden aliento para suspirar, me estaba poniendo a mil y sentí que a ella le pasaba lo mismo.
Lentamente apunté mi pene sobre la humedad de su sexo y suavemente, sin dejar de besarla fui entrando en su interior, sintiendo el placer de su abrazo genital, el calor húmedo de sus entrañas… Otra vez sentí que debía hacerlo todo con mucha calma, empujé a fondo y me quedé quieto con todo mi sexo en el suyo, sintiendo el placer de ser su prisionero y de saber que pronto moriría allí. Inicié una suave y lenta rotación de mi cintura, dándole a la punta de mi pene una ligera rotación que acariciaba su interior, su respiración empezó a acelerarse y la mía a sincronizarse con la suya, era algo muy profundo, una sensación especial que me hacía sentir como si fuera penetrando poco a poco sus entrañas, buscando los latidos de su corazón, cada vez más cercano.
Le dije cosas que olvidé y ella me dijo: sigue así, sigue así… qué dulce, que lento, que…. y estalló, me dejé ir y estallé también cuando ella aún estaba en su dulce muerte, la abracé para morir con y en ella.
Nadie me había enseñado todo esto, simplemente me dejé sentir por esta maravillosa intuición que me iba dictando lo que era mejor en cada momento”
Deseo que este ejemplo os ayude no sólo a entender lo que quiero decir, sino a vivirlo con la magia y profundidad que, desde hace unos años, por fin, puedo vivirlo.
Que vuestro sexo sentido os lleve a los orgasmos más bellos jamás imaginados y que podáis compartirlo y comentarlo, si lo deseáis.
Ricardo Alas

martes, 28 de octubre de 2014

Tentación irresistible

Hacía días que nuestra sexualidad estaba atravesando un periodo de calma, sexo tranquilo, clásico (vainilla), muy placentero pero con poca chispa, ella había asistido a un taller para mujeres en el que la conexión de sus genitales con la Madre Tierra la estaban haciendo sentir, cada día, más mujer.

Se la veía entusiasmada con el descubrimiento maravilloso de su sexualidad unida a la Tierra, a la Diosa Madre y a ella misma… danzaba sin motivo, su cara era más de niña, su alegría llenaba la casa, me besaba más, estaba más cariñosa y juguetona que nunca; algunas veces en medio de su divina locura me introducía los dedos en sus bragas para demostrarme lo húmeda y apasionada que se sentía. Me encantaban los cambios que estaba haciendo, sentirla mujer, sentir el ardiente deseo de su cuerpo, amarla con locura y fundirme con su parte más íntima, con su alma, comprendiendo y sintiendo sus emociones, su mágico proceso.

Tales cambios merecían una aportación creativa extra, no podía tratar a mi diosa como siempre, sus cambios merecían mis cambios también y me puse a pensar cuáles podían ser sus deseos más ardientes, para intentar satisfacerla como mujer y como diosa.

Recordé su calentura cuando un día, frente al ordenador, vimos juntos una película porno de éstas nuevas de ahora, con argumento, más emocionales y decidí ponerme las pilas e intentar reproducir lo más fielmente el argumento dentro de mis posibilidades.

Sabía de su debilidad para con los hombres apañados que sabían reparar averías domésticas; nuestro lavavajillas llevaba unos días averiado y queríamos llamar al técnico para que lo reparara… me informé de dónde estaba el problema y de cómo arreglarlo, me hice con las piezas necesarias y preparé mi plan.

La llamé con una voz desconocida (lo más masculina y sensual posible) para decirle si le iría bien que pasase a reparar el electrodoméstico a las 4 de la tarde (ella estaba en casa, los hijos llegaban sobre las 6 y yo no llegaba casi nunca antes de las 7). Me dijo que sí y quedamos.

Me llamó para darme las gracias por haber llamado al técnico: - no me lo dijiste – comentó; - disculpa, no me acordé -  le contesté, - por cierto te dejé un sobre en el cajón con 150 € para que puedas pagarlo -, le deseé éxito, le envié un beso y colgué.

A la hora convenida me presenté en casa, disfrazado con un mono azul, algo desabotonado, con gorra, gafas de concha y una barba postiza que alquilé; no faltaba la caja de herramientas de mi oficina, con las piezas que había comprado. Seguí con mi voz sexy al llegar y le pedí que me mostrara la cocina. La noté un poco nerviosa y la miré provocando en ella un ligero escalofrío; le dije - si la necesito para algo ya la llamaré, gracias guapa…- se fue y me puse a reparar la parte averiada. No quería que me reconociera tan pronto y además el morbo de la situación bien valía un rato de intriga.

Me desabotoné más la parte superior del mono, sentía calor por fuera y sobre todo por dentro,  estaba sudando tumbado en el suelo, en medio de mi trabajo y ella apareció para preguntarme si todo iba bien, le dije que me estaba costando un poco más de lo previsto por la dificultad en acceder a un rincón del interior, donde estaba la pieza dañada (esto lo dije con toda mi mala intención), tenía la cara medio escondida tras el lavavajillas y confiaba en mi gorra, barba y gafas para no ser descubierto todavía. Le pedí un vaso de agua, por lo que tuvo que acercarse más a mi, ya que los vasos estaban casi encima mío. Sus hermosas piernas quedaron a mi alcance por un momento y yo le dije - gracias señora, por el agua y por esta hermosa vista…- mirándole descaradamente las piernas, lancé un breve suspiro antes de volver a mi trabajo, ella se apartó de forma automática pero con un deje de coquetería que noté de inmediato.

Seguí y poco antes de terminar la llamé, - señora necesitaría la escoba y el mocho para limpiar debajo antes de volver a meterlo dentro –(con todas las segundas intenciones del mundo), sabía que tenía que pasar por donde yo estaba y que casi no había espacio. Así me lo indicó y yo me arrimé a la pared para dejarla pasar no sin aprovechar la ocasión para rozarla un poco más de lo normal.

Le dí las gracias y le pedí si podía quitar la luz por un momento, antes de conectarlo todo, sabía que era algo que le costaba, porque nunca acertaba con el diferencial correcto y tenía miedo de quitar toda la corriente por el módem y otros aparatos.

Me pidió ayuda cuando abrió la caja del contador; yo aproveché la situación de forma muy astuta para arrimarme más a ella, por su espalda, no tenía escapatoria y buscando entre los diferenciales, le dí un buen achuchón, la sentí aturdida, sabía de su amor por mí, pero la conocía lo suficiente como para darme cuenta que una de sus fantasías favoritas estaba poniéndola a 100.

No le dí oportunidad para mirarme a la cara y volví para limpiar el hueco y luego a ponerme dentro para realizar las conexiones. Sabía que en este momento ella estaba pasando un mal rato, turbada por su tentación, deseosa de lanzarse, y a su vez temerosa de hacerle daño a su marido. Una vez dado el diferencial, hice la prueba de funcionamiento y en voz alta dije, -¡perfecto, ya funciona! -, sabía que vendría de inmediato y que su tentación estaba llegando al final, cargué mis últimos cartuchos y me puse a recoger las herramientas agachado en el suelo y dándole la espalda, sé que le gusta mucho mi culo…- ¿así que ya está? – dijo, - si señora, recojo las herramientas y le hago la nota, serán… 220 € - ¿220 €? – exclamó, - ¿le parece demasiado señora? - (con rin tintín) – es que mi marido sólo me dejó 150 € para pagarle subió algo más de lo previsto por la dificultad que le comenté – todavía de espaldas – aunque si quiere… podemos arreglarlo guapa…-

No pude hacerla sufrir más y me dí la vuelta, levantándome y acercándome a ella en tono seductor; sentí que flaqueaba… y me descubrí: primero me quité la barba, luego las gafas… mientras ella exclamaba – ¡serás cabrón! – sin mediar palabra empecé a desnudarla rápidamente y a decirle palabras como – sí soy un cabrón - ¿te gustan los cabrones? – ¿cómo quieres que te folle? – te voy a hacer mía aquí, en la cocina – una vez desnuda de cintura para arriba, le bajé la falda y las bragas de una vez y con decisión la tomé desde atrás arrancándole un – ¡joder!, a veces me gustas así de animal… no se lo digas a nadie…- yo la conocía y sabía de su anhelo más profundo, de su fantasía de ser poseída sin contemplaciones, por aquel mecánico, el hombre que la había estado tentando y calentando todo el rato, y así fue; el resto ya os lo podéis imaginar, fue una de las veces en que lo hicimos más apasionadamente sin dejar de comentar, entre suspiros , gritos y risas, los momentos en los que ella había flaqueado y en los que yo había jugado con su fantasía.

Después de un buen rato de locura y placer le dije – y para celebrarlo, este próximo fin de semana podemos salir con los chavales y gastamos los 150 €, ¿te parece bien?

Ricardo Alas

viernes, 24 de octubre de 2014

El Masaje del Yoni

El Tantra, dentro de las artes y rituales del Maithuna (unión sexual) posee una práctica muy hermosa que es el masaje de los órganos sexuales tanto femeninos como masculinos.
El yoni es el nombre sánscrito de la vagina y significa Templo Sagrado, por lo que es notable como esta concepción resulta mucho más respetuosa y poética que la de Occidente. 
El masaje del yoni -que es del que se hablará en esta oportunidad- pretende que la mujer se relaje antes de la unión sexual, que pueda disfrutar del deseo verdaderamente para que se despierten todos sus sentidos. Este masaje es muy recomendado pues crea entre la pareja todo un vínculo de intimidad y confianza que hará que la unión sea más relajada y natural. Incluso se recomienda cuando la mujer posee traumas o prejuicios que le limitan sus capacidades sexuales de sentir placer. Por su parte, el hombre experimentará placer al observar las reacciones de placer y pasión de su compañera.
Ahora bien, el masaje del yoni no pretende provocar el orgasmo. A veces este puede sobrevenir, pero la búsqueda es provocar placer al yoni, y que la mujer pueda disfrutar sin pensar en que debe alcanzar un objetivo.
Esta práctica tántrica ayuda a que se liberen muchas tensiones, a que la mujer se adueñe de su cuerpo y a que el hombre la honre y respete. Él estará ofreciendo y observando y ese será su único motivo de satisfacción pues no hay retribución, así él estará
pendiente únicamente del placer de su compañera y olvidará su propio deseo, por lo que la práctica rompe con el egoísmo que muchas veces afecta al hombre occidental.
En el Tantra, es importante no olvidar que la mayoría de las actividades sexuales son interpretadas y entendidas como rituales, y como cualquier ritual deben llevar su preparación. La preparación del masaje del yoni incluye un delicioso baño para ambos, un espacio íntimo y silencioso ambientado con música, velas, incienso, almohadones, aromas, y mucho tiempo. Además, antes que cualquier actividad sexual se recomienda ir al baño, para tener el estómago y la vejiga vacíos y ser más  ágiles.
El contacto de la pareja se inicia con abrazos, cariños sensuales, intercambio de largas miradas, un reconocimiento del cuerpo de ambos, para provocar un sentimiento de seguridad y por lo tanto la desinhibición de ambos.
Después de esta preparación, la mujer debe acostarse sobre su espalda y apoyar la cabeza sobre almohadones para que pueda mantener contacto visual con su compañero y observar sus genitales. Bajo su cadera, también debe haber un cojín. Sus piernas deben estar totalmente separadas y levemente dobladas, para que los genitales estén bien expuestos y el masaje pueda darse con facilidad.
Por su parte, el hombre deberá sentarse entre las piernas de la mujer, con sus piernas cruzadas o -si se puede- en posición de loto. Antes de iniciar el masaje es recomendable que ambos hagan unas sesiones de respiración profunda, lo que generará una mayor disposición. La respiración no debe olvidarse nunca, ni siquiera en los momentos de mayor placer. Cuando ella se olvide de hacerlo, su compañero debe recordárselo suave y sutilmente.
El masaje del yoni no debe comenzar de entrada, sino que primero se deben acariciar otras partes del cuerpo como las piernas, las ingles, los pechos, el vientre, e irse acercando poco a poco al Templo Sagrado, para que ella se vaya acostumbrando a la idea de ser acariciada y vaya asimilando el placer que irá en aumento paulatinamente.
Después, se aplicará un aceite o lubricante especial para el acto sexual en el montículo del yoni conocido como Monte de Venus. Así, el aceite cubrirá toda la parte externa del yoni, y alcanzará los labios mayores, lo que potenciará las sensaciones de la mujer y calentará la zona.
Ahora sí se procede al masaje, el cual debe iniciar en la zona del Monte de Venus y los labios mayores, el masaje debe ser lento y suave, no hay que apurarse ni provocar fuerte presión, hay que recordar que lo más importante es el placer que se irá sintiendo, poco a poco.
Luego, con el dedo índice y el pulgar, el hombre debe sostener delicadamente el labio mayor o exterior y apretar, mientras se desliza a lo largo de ambos labios. Con calma, se procede de la misma forma con los labios menores, y se toma el tiempo que se desee.
Mientras sucede esto, la mujer puede acariciar sus propios pechos o simplemente puede disfrutar de lo que está ocurriendo sin olvidarse de respirar profundamente. Es importante que se intercambien miradas lo más posible, y que conversen poco, mejor sensualmente. Ella incluso puede indicarle a él, como le gusta que la acaricie y como se siente mejor.
Seguidamente, y con delicadeza se acaricia el clítoris de forma circular y siguiendo las agujas del reloj, luego en el otro sentido. Con el índice y el pulgar se presiona el clítoris suavemente, ante este estímulo la mujer se excitará bastante, por lo que hay que tranquilizarla y hacer que recuerde respirar profundamente.
A continuación, y con mucho cuidado, se introduce el dedo del centro de la mano derecha en el yoni. El uso de la mano derecha es importante, pues así se cuida la polaridad enérgica que indica el Tantra (la mano derecha es la más masculina). Con este dedo se explora el interior del yoni, cambiando de velocidad, de presión y de dirección. La palma de la mano debe estar direccionada y presionando un poco hacia arriba, mover el dedo que está adentro hacia la palma; esto alcanzará el punto G (punto sagrado), y la mujer sentirá gran placer. También puede introducirse el dedo anular y seguir con el masaje, mientras con el pulgar se estimula suavemente el clítoris, esto provocará gran satisfacción.
Si la mujer está dispuesta se puede ir al siguiente nivel, e introducir el dedo meñique de la mano derecha en el ano con ayuda de un lubricante. Eso sí, una vez que esto se ha hecho este dedo no debe introducirse en la vagina. Según el Tantra, esta postura equivale a sostener los misterios del universo en la mano. 
La mano izquierda puede ayudar a estimular el clítoris o los pechos de la mujer. No se recomienda que el hombre se toque a sí mismo, pues perderá la concentración. Es importante mantener el ritmo de la respiración (tanto él como ella), mirarse constantemente a los ojos, y tener paciencia para disfrutar totalmente del momento.
Si en algún momento, la mujer se pone a llorar, no hay que preocuparse, es totalmente normal, pues sus emociones están siendo alteradas, y un efecto lógico de la tranquilidad, o el gran placer que siente pueden ser las lágrimas. Eso sí, es importante asegurarse de que lo está disfrutando, pues sólo así el masaje cumplirá su objetivo.
También es posible, que ella tenga uno o varios orgasmos. En tal caso, se requiere que ella recupere el ritmo de la respiración, pero se puede continuar con el masaje si ella lo desea. Muchas mujeres desarrollan la capacidad multiorgásmica gracias a estas prácticas tántricas.
Una vez que ella ya no desea más masaje, el hombre debe detenerse suavemente, y respetuosamente retirar su mano del yoni. Ahora es momento para disfrutar de las reminiscencias del masaje. Pueden abrazarse y descansar muy cerca. Esto unirá mucho a la pareja.
Una vez relajados los dos podrán optar por dejarlo o continuar con una relación más sexual.

Ignasi Tebé

jueves, 23 de octubre de 2014

El Masaje del lingam

La palabra sánscrita para denominar el órgano sexual masculino es Lingam, y le da una connotación muy respetuosa, ya que significa Vara de Luz que canaliza la energía y el placer.

El masaje del Lingam tiene como propósito relajar y sanar al hombre y ponerlo en contacto con su parte más sensible. La relación de la pareja se vuelve más respetuosa, y además los papeles tradicionales de los sexos se ven intercambiados, lo cual es muy sano para la relación.

El masaje del Lingam fortalece los vínculos de intimidad que existen en la pareja, y además sana algún trauma, experiencia o aspecto negativo que haya existido hacia el sexo. Por eso, el orgasmo y la eyaculación no son el objetivo primordial de este masaje, sino la exploración de una nueva forma de placer que no esté condicionada por factores tradicionales como alcanzar el clímax.
La práctica de este masaje puede ayudar mucho a controlar la eyaculación, a gozar de orgasmos sin eyaculación y por descontado a favorecer la multiorgasmia en el hombre.

Para realizar este masaje es importante prepararse tanto emocional como físicamente. Se recomienda que la pareja se de un buen baño relajante. Es mejor vaciar el intestino, ya que la experiencia sexual es más agradable  (podemos ayudarnos de un enema o similar).

Para que la pareja se conecte, es una buena idea -al igual que con el masaje del Yoni- acercarse y acariciarse tiernamente, abrazarse y mirarse a los ojos, con la idea de derribar las fronteras o murallas que estén separando a la pareja.

Luego, el hombre debe recostarse sobre su espalda, de forma cómoda, encima de almohadones que le levanten el torso y la cabeza. Sus piernas deben estar cómodamente separadas con las rodillas un poco dobladas, y los genitales totalmente expuestos para que el masaje sea totalmente efectivo. Es necesario empezar a respirar profundamente de forma pausada.

Tomar un poco de lubricante sexual y esparcirlo tanto por el lingam como por los testículos y zona perineal. Con mucha delicadeza, la mujer debe iniciar el masaje en los testículos y en el escroto, haciendo que toda esta área se relaje. Luego, se acaricia suavemente el hueso púbico o pélvico y el perineo. Cuando se llegue a esta zona hay que ser especialmente cuidadosa, pues el perineo (que se encuentra entre los testículos y el ano) es una zona que pocos hombres heterosexuales permiten que se les toque o excite.

Posteriormente, se procede a acariciar el cuerpo del Lingam, variando la presión y la velocidad, para que el estímulo varíe de intensidad y resulte más placentero. Hay que recordar que el hombre estará asumiendo una posición pasiva que no necesariamente le es familiar, por lo que no hay que permitirle moverse. Hay que mirarlo a los ojos, pedirle que se deje querer con palabras sensuales y dulces y recordarle que respire profundamente.

Con la mano derecha, se presiona la base del lingam, luego se desliza hacia arriba y luego hacia abajo, pero alternando con la mano izquierda. Mantener estos movimientos durante cierto tiempo, y después empezar a presionar en la cabeza del Lingam, y seguir alternando de manos.

Ahora, hay que masajear la parte de arriba, glande o cabeza del Lingam como si se fuera a exprimir una fruta. Si la erección se pierde un poco, no hay de que preocuparse. Es totalmente normal, y de hecho es muy positivo si se ve desde el Tantra, pues es como pasear por todo el espectro del placer.

Si el momento del orgasmo o eyaculación se acerca, hay que detener un poco la estimulación, pues este no es el objetivo, para el tantra alargar lo más que se pueda el momento de eyaculación es una forma de obtener más placer, de despertar el Kundalini, flujo energético en el cuerpo humano, y una forma de que el hombre pueda volverse, poco a poco, multiorgásmico.

Seguidamente, se masajea el Punto Sagrado o perineo que se encuentra entre el ano y los testículos, hay que ser muy delicado, pues si no puede causar dolor. La línea divisoria entre el placer y el dolor es muy pequeña, este masaje se hace con la izquierda, mientras se acaricia el Lingam con la derecha.

Una opción es buscar este punto internamente por el ano, sin embargo esto debe ser con la aprobación del hombre ya que por lo general -debido a viejos prejucios- se ve cuestionado en su virilidad y la idea no es complicar el ambiente con tensiones innecesarias. Si él acepta de buen grado, y no representa problema para ti, entonces usa lubricante sexual, introduce el dedo y busca la próstata hacia el frente, moviendo el dedo hacia tu palma.
Si él lo desea, puedes estimular el lingam al mismo tiempo, pero recuerda que no hay que permitir que llegue al orgasmo, pues entonces se acaba la diversión y el placer.

Después, si él siente deseos de llegar al orgasmo, déjalo y si quieres ayúdale, pero recuérdale respirar y no contraerse mientras lo experimenta, para que así el momento sea sublime.

Una vez que se ha terminado el masaje, puedes quedarte con él en un tierno abrazo o si él lo prefiere, entonces déjalo sólo para que saboree lo que acaba de ocurrir en toda su magnitud.

Que lo gocéis en toda su plenitud.

Ignasi Tebé

martes, 21 de octubre de 2014

Diosas del Sexo y del Amor


 En mi lento caminar por esta vida y por este mundo, a medida voy avanzando hacia mi destino, voy embelesándome cada vez más en lo femenino.

Mis sentidos se han despertado de un letargo ignorado, mi pasión se enciende con un fuego desconocido y mi amor fluye de forma divina, desde mi alma y desde mis oscuras entrañas.

No sé que clase de hechizos me están echando estas diosas que me estoy enamorando, cada día, cada minuto, más de ellas. Empecé con la aparición divina de la diosa que todas las mujeres llevan escondida en su interior.

Estos últimos días estoy descubriendo con su ayuda mucho más y quiero narrarlo para no olvidarlo jamás:

Cuando la Diosa Madre y la Diosa Guerrera sienten que han hecho bien su labor y deciden relajarse, florecen en la mujer las Diosas Amante y Sacerdotisa.

Ellas están entre la Luna Nueva, la oscura que no se ve y su ciclo creciente, que culminará mostrando todo su esplendor y belleza.

La Diosa Amante puede adoptar mil caras, como todas las diosas y todas ellas son infinitamente atractivas, deseables y divinas. Puede parecer perversa o viciosa, puede pedirte lo que no imaginabas o plasmar los sueños ocultos de toda tu vida, darte y dejar que le des, amarte y dejar que la ames, ser tu sierva sumisa, grácil y dócil o ser tu ama que te hará sentir lo que tenías oculto en tu interior más oscuro.

Puede ser sensual, sexy, divina, espiritual, dulce, tierna, apasionada, explosiva, tímida y atrevida a la vez, humilde y arrogante, débil y poderosa, viciosa y sublime, lujuriosa, embriagadora, cautivadora y llevarte a un mundo desconocido donde el sexo, los cuerpos, las emociones, el alma y lo divino se funden todo en uno.

A la que empecé a descubrir, sentir y gozar a mi Diosa, todo empezó a cambiar en mi interior, porqué en la lujuria más apasionada sentía su fuerza y su amor sanador, en su néctar genital, mi fuente de la eterna juventud, en su cuerpo y en su piel un camino hacia el cielo, en su interior… el templo del amor, de la Diosa, de su niña juguetona, de la pantera preciosa, de ella. Sus labios, el fruto de la pasión, sus pechos, el alimento de mi niño interior, sus entrañas, el oculto mundo de la felicidad que nos hace dioses.

Me he sentido pervertido y pervertidor, diablo y ángel, hombre y dios, tierra y cielo, mi energía sexual está resucitando de forma sorprendente y mi estado anímico me permite afrontar el día a día con más alegría, creatividad, ilusión y ganas de vivir, me sorprendo con todo lo que está ocurriéndome y ocurriéndole, con lo que sentimos, con lo que compartimos, con los tabúes y corazas que estamos destruyendo, con el sentimiento más profundo de ser suyo y de sentirla mía, desde la más intensa libertad, desde el amor más grande, el deseo más animal y una incondicional rendición-entrega que me lleva a un éxtasis prolongado, a una fusión con ella y con todas las diosas y dioses del universo, a sentirme-sentirnos, Uno con el Todo.

¡¡¡ Dios ¡!! que extraño mensaje me estás haciendo llegar, es como si estuviera entrando en los secretos más ocultos de la Humanidad: la Felicidad y Amor Infinitos.

Y todo ello… desde el sexo, más abierto que nunca jamás había imaginado, y mucho menos, sentido y vivido de forma tan sublime.

GRACIAS DIOSAS DEL SEXO Y DEL AMOR, PORQUE PODÉIS LIBERAR VUESTROS CUERPOS Y HACER DE NOSOTROS LOS HOMBRES, DIOSES CAPACES DE HACEROS EL AMOR CON TODA LA PLENITUD QUE OS MERECÉIS Y GRACIAS A ESTA FUERZA Y AMOR, SANARNOS JUNTOS DE UN PASADO Y OFRECERNOS UN PRESENTE LLENO DE LUZ, PAZ, AMOR...


lunes, 15 de septiembre de 2014

Mi niño travieso y juguetón

Dedicado especialmente a todas las parejas del curso “Una Nueva sexualidad”, donde estamos aprendiendo a jugar, sentir y fundirnos con nuestros niños y niñas.

Hoy, a mis 65 años y después de una larga lista de momentos difíciles transcurridos a lo largo de mi vida, debo reconocer que, gracias a descubrir el inmenso poder de mi niño interior, estoy vivo, con más ganas de vivir que nunca y jugando cada día un poco más.

Cuando éramos pequeños, en la mayoría de los casos, nuestra vida era una fiesta continua, jugábamos en casa con nuestros hermanos y hermanas, en casa de los abuelos con los primos, en el colegio con los compañeros/as, teníamos muchos amiguitos en todas partes; algunos eran para épocas de vacaciones o para fines de semana y cuando íbamos a la playa siempre encontrábamos alguien para compartir cubos y hacer castillos o chapotear en las olas.

Me gustaba curiosear en el cuerpo de aquellos seres que no tenían “cuca” como yo, que no se veía bien por donde hacían pipi y que además eran más redonditas y nos gustaban tanto. Levanté faldas en el colegio, algunas me enseñaron las braguitas, incluso alguna (yo tenía 5 ó 6 años) me había enseñado algo más. Era un mundo delicioso, fresco, inocente, juguetón y travieso... dulces recuerdos.

Este niño no le tenía miedo a la vida, ni pensaba en el pasado, ni hacía planes para el futuro, vivía el presente, gozando a tope cada momento, las clases en el cole, la familia, excursiones y salidas, juegos, el mecano, el tren, libros, cuentos, dibujos, mi diario y… la guitarra.

Me hice mayor y me dijeron que esto era muy serio y me lo creí, poco a poco fui dejando de reír, de hacer “tonterías” y de ser travieso y juguetón. La inocencia se transformó en culpa, el levantar faldas en seducir, el ser travieso en manipular… lo siento, perdonadme, os amo, gracias.

Estudié y luego trabajé, fui empresario y gané y luego lo perdí todo y volví y…

Sólo cuando la vida empezó a darme fuerte: crisis económicas, separación matrimonial, problemas graves de salud… me di cuenta que me estaba hundiendo y que aquel final no me apetecía nada, me hubiera gustado algo mucho mejor para mi vida. Me estaba acercando a los 60 y aquello no funcionaba.

Volví, sin esperar nada a cambio, a hacer algunas tonterías, a charlar y reír con amigos y amigas, apareció mi nueva pareja, volví a darme el permiso de volver a gozar de mi cuerpo, de volver a hacer el amor y disfrutar del sexo y, poco a poco, volví a sonreír otra vez y, casi sin darme cuenta, empecé a dejarme sentir, a ser más tierno, a hacerme más hombre y a saber amar, como nunca antes lo había sabido hacer.

Fue un renacer a la vida, donde a pesar de largas y duras pruebas, todo iba adquiriendo sentido, se hacía más llevadero y no sólo deseaba vivir, sino que cada día sentía más ilusión por volver a ser niño y divertirme viviendo y jugando.

Y volví a levantarle las faldas a mi mujer y a bajarle las bragas, para después apretar a correr, a aplaudir cuando la veía desnuda o a tener ganas de curiosear en su cuerpo y en el mío y planeé sorpresas y creé situaciones y le hice regalos inesperados que no costaban dinero y me recordaban aquellos que les hacía a mis padres para el día del padre o de la madre: una poesía, un dibujo, una foto, un vale para… me gusta volver a jugar.

Ella se sorprendía y más cuando empecé a hablarle, en algunos juguetones momentos, como un niño, le gustó mi tono de voz, le gustaron mis travesuras y apareció su niña; entonces sí, nos dejamos de problemas, de pasados, de futuros, de culpa y de dolor, y empezamos a jugar, los dos, a construir nuestro jardín para descansar, pasarlo bien, retozar… y hacer el amor.

La sensualidad sigue expandiéndose en mi, cada día, los cinco sentidos se han puesto a jugar con todo y con la sexualidad mucho más, he descubierto el volver a contar secretos a la oreja, el decir palabras fuertes como un pillín y reírme después de decirlas, he aprendido a hacer una fiesta de la sexualidad y además, poco a poco, con la mirada del, niño hemos ido haciéndola cada vez más sagrada, pero un sagrado divertido, no contemplativo. Hemos mezclado las risas con las lágrimas de felicidad y las emociones explosivas, los orgasmos con éxtasis elevados que nos hacen subir. Y la vida está volviendo a tener, poco a poco, una presente profundidad que la hace mágica.

Hemos comprado juguetes, pero aún así, nosotros somos siempre el regalo más divertido, cuando queremos jugar a médicos y enfermeras, a alumnos traviesos, a bomberos, a curas y monjas o a policías y ladrones. El mundo de los niños se ha vuelto picarón y las posibilidades de jugar empiezan a ser ilimitadas; ropa para disfrazarse, personajes para interpretar, nuevos escenarios, juguetes para todo… deliciosa y maliciosa inocencia.

Lo bueno es que estamos aprendiendo a no ponerle límites, sólo los que ponen los niños, así de sencillo: no me gusta, no tengo ganas, hasta aquí y vale… La imaginación ha dejado volar la fantasía y ella nos enriquece cada día, a todas horas, y os puedo asegurar que también nos deja algo de tiempo para ser personas maduras y responsables. Bueno, ja, ja , ja… sólo a ratos.

Hace unos dos años, en un artículo escribí:

“Niñ@ èIlusión è Amor è Fuerza è Creación, una vieja y olvidada fórmula para rehacer nuestras vidas”.

Ahora siento:

Niñ@ è ganas de jugar è estoy bien è te deseo è te siento è te amo è me sientes è somos amor è somos dioses è somos Uno.

Que vuestras travesuras os lleven al cielo… ya me entendéis.

Con todo mi amor

Ignasi