lunes, 15 de septiembre de 2014

Mi niño travieso y juguetón

Dedicado especialmente a todas las parejas del curso “Una Nueva sexualidad”, donde estamos aprendiendo a jugar, sentir y fundirnos con nuestros niños y niñas.

Hoy, a mis 65 años y después de una larga lista de momentos difíciles transcurridos a lo largo de mi vida, debo reconocer que, gracias a descubrir el inmenso poder de mi niño interior, estoy vivo, con más ganas de vivir que nunca y jugando cada día un poco más.

Cuando éramos pequeños, en la mayoría de los casos, nuestra vida era una fiesta continua, jugábamos en casa con nuestros hermanos y hermanas, en casa de los abuelos con los primos, en el colegio con los compañeros/as, teníamos muchos amiguitos en todas partes; algunos eran para épocas de vacaciones o para fines de semana y cuando íbamos a la playa siempre encontrábamos alguien para compartir cubos y hacer castillos o chapotear en las olas.

Me gustaba curiosear en el cuerpo de aquellos seres que no tenían “cuca” como yo, que no se veía bien por donde hacían pipi y que además eran más redonditas y nos gustaban tanto. Levanté faldas en el colegio, algunas me enseñaron las braguitas, incluso alguna (yo tenía 5 ó 6 años) me había enseñado algo más. Era un mundo delicioso, fresco, inocente, juguetón y travieso... dulces recuerdos.

Este niño no le tenía miedo a la vida, ni pensaba en el pasado, ni hacía planes para el futuro, vivía el presente, gozando a tope cada momento, las clases en el cole, la familia, excursiones y salidas, juegos, el mecano, el tren, libros, cuentos, dibujos, mi diario y… la guitarra.

Me hice mayor y me dijeron que esto era muy serio y me lo creí, poco a poco fui dejando de reír, de hacer “tonterías” y de ser travieso y juguetón. La inocencia se transformó en culpa, el levantar faldas en seducir, el ser travieso en manipular… lo siento, perdonadme, os amo, gracias.

Estudié y luego trabajé, fui empresario y gané y luego lo perdí todo y volví y…

Sólo cuando la vida empezó a darme fuerte: crisis económicas, separación matrimonial, problemas graves de salud… me di cuenta que me estaba hundiendo y que aquel final no me apetecía nada, me hubiera gustado algo mucho mejor para mi vida. Me estaba acercando a los 60 y aquello no funcionaba.

Volví, sin esperar nada a cambio, a hacer algunas tonterías, a charlar y reír con amigos y amigas, apareció mi nueva pareja, volví a darme el permiso de volver a gozar de mi cuerpo, de volver a hacer el amor y disfrutar del sexo y, poco a poco, volví a sonreír otra vez y, casi sin darme cuenta, empecé a dejarme sentir, a ser más tierno, a hacerme más hombre y a saber amar, como nunca antes lo había sabido hacer.

Fue un renacer a la vida, donde a pesar de largas y duras pruebas, todo iba adquiriendo sentido, se hacía más llevadero y no sólo deseaba vivir, sino que cada día sentía más ilusión por volver a ser niño y divertirme viviendo y jugando.

Y volví a levantarle las faldas a mi mujer y a bajarle las bragas, para después apretar a correr, a aplaudir cuando la veía desnuda o a tener ganas de curiosear en su cuerpo y en el mío y planeé sorpresas y creé situaciones y le hice regalos inesperados que no costaban dinero y me recordaban aquellos que les hacía a mis padres para el día del padre o de la madre: una poesía, un dibujo, una foto, un vale para… me gusta volver a jugar.

Ella se sorprendía y más cuando empecé a hablarle, en algunos juguetones momentos, como un niño, le gustó mi tono de voz, le gustaron mis travesuras y apareció su niña; entonces sí, nos dejamos de problemas, de pasados, de futuros, de culpa y de dolor, y empezamos a jugar, los dos, a construir nuestro jardín para descansar, pasarlo bien, retozar… y hacer el amor.

La sensualidad sigue expandiéndose en mi, cada día, los cinco sentidos se han puesto a jugar con todo y con la sexualidad mucho más, he descubierto el volver a contar secretos a la oreja, el decir palabras fuertes como un pillín y reírme después de decirlas, he aprendido a hacer una fiesta de la sexualidad y además, poco a poco, con la mirada del, niño hemos ido haciéndola cada vez más sagrada, pero un sagrado divertido, no contemplativo. Hemos mezclado las risas con las lágrimas de felicidad y las emociones explosivas, los orgasmos con éxtasis elevados que nos hacen subir. Y la vida está volviendo a tener, poco a poco, una presente profundidad que la hace mágica.

Hemos comprado juguetes, pero aún así, nosotros somos siempre el regalo más divertido, cuando queremos jugar a médicos y enfermeras, a alumnos traviesos, a bomberos, a curas y monjas o a policías y ladrones. El mundo de los niños se ha vuelto picarón y las posibilidades de jugar empiezan a ser ilimitadas; ropa para disfrazarse, personajes para interpretar, nuevos escenarios, juguetes para todo… deliciosa y maliciosa inocencia.

Lo bueno es que estamos aprendiendo a no ponerle límites, sólo los que ponen los niños, así de sencillo: no me gusta, no tengo ganas, hasta aquí y vale… La imaginación ha dejado volar la fantasía y ella nos enriquece cada día, a todas horas, y os puedo asegurar que también nos deja algo de tiempo para ser personas maduras y responsables. Bueno, ja, ja , ja… sólo a ratos.

Hace unos dos años, en un artículo escribí:

“Niñ@ èIlusión è Amor è Fuerza è Creación, una vieja y olvidada fórmula para rehacer nuestras vidas”.

Ahora siento:

Niñ@ è ganas de jugar è estoy bien è te deseo è te siento è te amo è me sientes è somos amor è somos dioses è somos Uno.

Que vuestras travesuras os lleven al cielo… ya me entendéis.

Con todo mi amor

Ignasi