martes, 4 de noviembre de 2014

Pasión contenida

En todo el mundo de las relaciones íntimas, existe siempre, en unos momentos más que en otros, la pasión, el deseo imperioso y vital de hacer el amor, de unir los sexos de ambos, muchas veces nuestras emociones y algunas veces nuestras almas en un abrazo orgásmico que nos lleve al placer de los cuerpos, a la descarga de tensiones, a la unión de las almas, a la comunión íntima.

No siempre, en el mundo de las parejas, sean ocasionales o estables, esta pasión se siente al igual por ambas partes y muy a menudo uno de los dos se queda frustrado ante este deseo no realizado, o ante esta expectativa frustrada. Ello nos puede llevar a pensamientos, sentimientos o emociones poco saludables para nosotros y para nuestra relación.

Tanto los hombres como las mujeres sentimos estas sensaciones muchas veces a lo largo de nuestras vidas y no siempre salimos airosos de ellas: mal humor, estrés, inseguridad, baja autoestima, agresividad, rabia, frustración, tristeza, dolor, resignación, fatalismo, ensimismamiento y otras… llenan muchas veces nuestro ser generando todo tipo de conflictos físicos, psíquicos y a veces espirituales, todo por no saber canalizar esta energía.

La sexualidad es la gran energía creadora del universo, a nosotros los humanos la sexualidad nos acerca a lo sobrenatural y nos hace más dioses y diosas si la sabemos canalizar adecuadamente. La energía sexual no debería ser considerada como una energía participativa, de más de una persona… o vinculada necesariamente a la penetración, a la eyaculación y al orgasmo.
Esta energía es tan maravillosa que puede proporcionarnos orgasmos extáticos, sin coito, sin eyaculación, sin los orgasmos que conocemos.

Es una energía poderosísima que se origina en los genitales y que cuando más se trabaja y desarrolla, más quiere expandirse por todo nuestro cuerpo e incluso más allá del mismo.

Saberla gestionar, dirigirla hacia donde deseamos o necesitamos, incrementarla, potenciarla, gozarla en solitario… o intercambiarla con otras personas, son decisiones conscientes que nosotros habremos de saber tomar.

Para ello solo hace falta cambiar el chip de nuestra mente que nos dice que besos, caricias, contacto… es igual a sexo (no siempre han de ser preliminares a…) y aprender a hacernos el amor de forma consciente utilizando sobre todo la mirada, la respiración y una nueva actitud. El Tantra nos puede ayudar mucho a aprender estas maneras de enriquecer nuestra sexualidad, canalizar su energía y hacerla mucho más sagrada.

Cuando actuamos correctamente frente a un rechazo temporal de sexo, nuestra pareja no sólo nos admira sino que de alguna forma aprende a amarnos más, a respetarnos y por lo tanto a desearnos. Al fin quien más va a ganar seremos los dos, siempre y cuando el juego sexual no se trunque y sigamos cautivando, seduciendo, haciéndonos desear y, por lo tanto excitando y manteniendo vivo el fuego y la contenida pasión, a la espera del momento mágico no programado.

“Cuando sentí que si seguía hacia delante, ella no estaba dispuesta y por lo tanto no íbamos a disfrutar de lleno, cambié de actitud, respiré varias veces profundamente y reabsorbí aquella maravillosa energía, aquel deseo de penetrarla y gozarla hasta el orgasmo. De repente noté que su cuerpo se relajaba y su respiración se hacía más pausada, sonreí para mis adentros y la miré a los ojos, con esta medio sonrisa que me salía del alma. Nos besamos y nuestro abrazo se hizo mucho más cálido. ¿Quieres que nos levantemos?, “me apetece seguir un rato más si quieres” y así estuvimos todavía media hora larga… varias veces me excité y sentí el deseo casi irracional de poseerla, pero respiré, sonreí y la amé, deseando mucho más que el polvo mágico del momento.

Nos levantamos y me propuse ser un hombre seductor y deseado durante todo el día, en el baño, durante el desayuno y luego cada uno en su trabajo mediante mensajes sexys y de deseo apasionado… “me gustó mucho besar tus labios… y deseo volver a hacerlo cuando estemos solos esta noche”, ”no tenía ganas porque mi cabeza estaba en otro lado, lo siento… te adoro y me gustas mucho”, “¿cuánto te gusto?”, “tanto como para desearte en cuerpo y alma”, “tengo ganas de hacerte mía”… algunos emoticones acompañaron los mensajes. El clima se iba caldeando como el día.

A mediodía, “no tomo postre porque esta noche tú serás mi postre favorito”, “te tengo ganas”, “me gustan tus olores y sabores”… cuando llegué a casa estaba más guapa que de costumbre, se respiraba alegría, los niños estaban encantados y la fiesta familiar: deberes, juegos, baño, cena… fue verdaderamente deliciosa. Acostamos a los dos peques y mirándolos nos dimos un beso apasionado.

La invité a sentarse en el sofá y comentar un poco los detalles importantes del día, entre algún que otro beso y caricias en los pies…

“Tengo ganas de ir a la cama me dijo”, “¿a dormir?”, “no, a estar contigo…”,en el baño seguí calentando motores, le di un beso apasionado y abrazándola de espaldas acaricié sus pechos y su lindo trasero, “qué guapa eres y cómo me gustas…”.

Ya en la cama nos sumimos en una danza donde besos y caricias danzaban al unísono con la pasión, los húmedos deseos y el deseo irrefrenable de ser suyo, de que ella quisiera ser mía…”

Hay dos formas de darle la vuelta a un “ahora no me apetece”, vosotros escogéis la que más os apetezca.

De todo corazón

Ignasi Tebé (antes Ricardo Alas)

Sanador, educador y escritor sexual

domingo, 2 de noviembre de 2014

Divina Sexualidad

Locuras de Ricardo, algunos le llaman Kundalini

Estaba en la cama, entre despierto y soñando, dejando mi mente, sintiendo mi cuerpo y escuchando los mensajes del alma.

Mis genitales estaban vivos, los sentía unidos a la tierra, a mis instintos primarios, formando parte del aire, del agua y del fuego, siendo un ser de la Gran Madre Naturaleza, un ser vivo conectado con la fuerza que me daba el sentirme parte de este gran todo que es la creación.

Primitivo, chamán, cazador… hombre, amante de la Naturaleza, del Gran Femenino, de la Diosa Tierra. Sentí en mis entrañas la invasión de este femenino, sentí a la tierra, a la diosa entrar en mi sexo y apoderarse de mí y sentí la energía femenina hacerme suyo.

Mi alma me inundó de belleza: un lago, una cascada, olor a tierra mojada, hierba, flores, pájaros… un dulce y poderoso amanecer y, entre los rayos del sol que bañaban mi cuerpo, sentí la presencia femenina de las diosas: mujeres casi etéricas, bellísimas, volátiles, sensuales, medio ninfas, medio hadas, que sonreían, jugaban y me miraban con amor. Olían a perfume de mujer, a hembra silvestre, a cielo.

Todo este femenino, tan hermoso, hizo que me olvidara de mi, de mi condición de hombre, de mi sexo, de todo, menos de mi esencia. Me sentía más vivo que nunca, más libre que el aire, más volátil que una pluma y entregado a esta sensación sentí la armonía femenina de la tierra y escuché la música de la naturaleza… era como si miles de esferas de todos los tamaños y colores vibrasen emitiendo luz y sonidos indescriptibles que me hacían sentir en la salud, la abundancia, la armonía, la belleza, la paz, la ternura, la comprensión… en el amor.

Me sumergí en este mundo femenino, en este delicioso Yin y me dejé fundir en él. La diosa me hizo suyo y me rendí a ella entregándole mi ser.

Su útero, su vagina, su sexo latían en mi interior, en su palpitar sentí formar parte del corazón femenino y me perdí en un estado de consciencia desconocido hasta ahora por mi… dulce silencio, paz, luz…

Poco a poco fui retornando de esta sensación, sentí el aire que respiraba, el calor de mi cuerpo, el palpitar de mi corazón… era tanto el poder de la diosa dentro de mí que sentí humedecerse mi sexo, excitándome por el deseo, por la pasión de fundirme en cuerpo y alma con el Gran Masculino, con el Sol, con el Yang del Universo, con el dios hecho hombre.

La diosa que albergaba empezó a excitarse cada vez con más intensidad, empecé a jadear, mi corazón se aceleró, sentía como ella deseaba ser penetrada por mi dios, ser follada y morir abrazada a él, en un divino orgasmo…

Perdí la noción de todo lo conocido y sentí adentrarme en un universo de deseo, pasión, placer, sexo, orgasmo… un maravilloso camino para llegar al éxtasis sagrado de la comunión íntima, de la fusión del masculino y el femenino, del sentirse parte de toda la creación.

Algo estalló dentro de mí, la fuerza, la energía femenina que yacía en mis genitales salió buscando la luz del sol por mi cabeza, sentí mi pene ascender conmigo, todo mi cuerpo lo sintió, mi corazón estalló de amor, de mi garganta brotó un grito, mi mente solo vio mucha luz y sentí morir en un éxtasis orgásmico que me transportó no sé donde.

No se cuanto duró, pero por el camino de retorno, supe que algo muy grande me había ocurrido; en mi interior sentí un gran amor, una capacidad de comprensión desconocida, me sentí muy grande y a la vez muy pequeño, siendo consciente de la inmensidad en la que estaba, sentí en mi interior la pequeñez del hombre y la grandeza del dios. Me di cuenta que estaba en la cama, abrazado a mi mujer, con mi pene todavía casi erecto y mojado. Abrí los ojos, la miré y la besé con mis labios y mi alma.

Cuando volví a abrir los ojos, los suyos y los míos estaban mojados, pero nuestros labios dibujaban una bella sonrisa. Empecé a comérmela a besos, los dos nos excitamos y al hacerle el amor, le dije: tu diosa se folló a mi dios, pero ahora yo, tu dios, voy a follarte a ti, mi diosa, mientras la penetraba dulcemente.

Ricardo Alas

El placer de verte desnuda.


Estaba sentado en el sofá viendo la tele,… a punto de empezar “9 semanas y media”, ya la habíamos visto 2 veces, pero esta noche estábamos solos y nos apetecía verla de nuevo.

Faltaban dos minutos para empezar la película y la avisé… “me falta un poquito, comienza sin mí…”,… la película empezó y me dejé llevar por tercera vez por la bella Elisabeth y su John,…. me gustaría parecerme a él y poder hacer con mi mujer lo que él hace con Elisabeth…

Me olvidé de mi mujer y me volví a meter en la trama apasionada de aquella tórrida relación, veía y soñaba a la vez,… ¿porqué a los humanos nos cuesta tanto expresar a nuestras parejas lo que sentimos en nuestros genitales, en nuestro corazón o en nuestra alma? ¿Porqué no me atrevía a decirle a mi mujer “me gustaría comer encima de tu cuerpo exquisito”? Siempre que veía escenas agradables de sensualidad y sexo pensaba lo mismo.

Además de atraerme, nos amábamos como pareja y hacíamos el amor con cierta frecuencia,… pero confieso que últimamente no estábamos viviendo la pasión ni el deseo que habíamos sentido al inicio.

Ella apareció de repente, envuelta en su albornoz; “se habrá duchado” pensé, me sonrió y me dijo: “no me preguntes el porqué, pero déjame hacer”; apagó la tele, me dejó perplejo y sin película, bajó las luces del salón, encendió unas velas, les echó unas gotas de un perfume digno de un buen escote, puso un CD en el equipo, volvió a sonreír y desapareció. Me quedé perplejo, a veces me costaba entender a las mujeres y ahora también a la mía, no podía creer que en lugar de “nuestra peli” quisiera hacer una especie de meditación… Quise levantarme pero algo me dijo:”espera a ver qué hace” y valió la pena.

Volvió a aparecer, andando segura, tremendamente atractiva y envuelta en mi gabardina, puso en marcha el CD y empezó a dedicarme una serie de movimientos sensuales al ritmo de una música de vértigo, mientras se quitaba, ¡qué bien lo hacía!, la gabardina.

Llevaba un corto y ajustado vestido, con medias y guantes negros y unos altos zapatos de tacón; no era mi mujer, era mi sueño dorado y lo supe: me iba a regalar, un striptease; mi corazón se sobresaltó y mi incomprensión del alma de las mujeres se acentuó, pero al mismo tiempo, sentí, en mi sexo y en mi corazón, un deseo y un reconocimiento que me sacudió, y me dije: “es un regalo, acéptalo, disfrútalo, agradécelo,…” Dejé de juzgar y de pensar (dios qué difícil es a veces) y me dispuse a disfrutar y vivir su regalo, el de su deliciosa feminidad, su mujer, su niña traviesa, su tigresa escondida, su alma oculta,…

¿Porqué una mujer, de repente, decide hacer algo que nos sorprende tanto que creemos estar soñando? ¿Qué extraño poder habita en su alma, en su corazón o en su coño misterioso?

Sentí que la película había descendido a mi nivel y que yo era el John obsequiado,… mi corazón se iba acelerando y mi sexo, casi sin darme cuenta, despertando.

¡Qué jodida! Qué hermoso desvestirse me estaba ofreciendo al ritmo de su música, de la música de su cuerpo y alma,… la miré y la vi metida en ella, ensimismada, danzando, quitándose cada prenda, con los ojos casi cerrados y viviendo aquel momento con toda la intensidad. Sus mejillas ardían, la conocía y sentí su miedo y vergüenza a no gustarme, a fallar en su intento,… dios!!!

Superado el primer momento dije entre susurros y gritos: “Qué jodida eres, que escondido tenías este poder,… te adoro!!!” Abrió los ojos, sonrió y me pareció ver una lágrima resbalar por sus ojos, paró un segundo, respiró y me dijo: “gracias amor”…

Su cara y su cuerpo se transformaron, de no sé que parte de mi mujer aparecieron la diva, la striper, la puta felina y la inocente virgen, la gata, la amante, la ninfa… y la diosa. Vi, en toda su creciente desnudez, a la mujer que anhelaba y deseaba con toda mi alma, con todo mi fuego, tal cual, tal como era, no quería que cambiase nada, solo deseaba que el milagro perdurase.

Su cuerpo iba mostrándose cada vez más seductor y apetecible, me entraban ganas de besarla, comerla y adorarla,… su entrega, su regalo, su valentía, hacían crecer mi respeto y mi deseo.

Sus brazos desnudos danzando, su tanga rojo, el liguero sujetando las medias negras, su desnuda espalda, sus senos mirándome provocativos, sus danzarinas caderas, sus apetecibles nalgas, su voluptuosidad, sus curvas, su todo… me estaban llevando a un trance extático; ¡ella se estaba regalando a mi! Me estaba ofreciendo todo su cuerpo, toda su belleza, sus sentimientos y su alma,… quería ser mía,…!

Me turbé; semejante regalo no era para mí, yo no era el digno receptor que esperaba, sólo era un saco de emociones sin control, donde el sexo y el corazón me estaban confundiendo.

La muy puta estaba dejando caer su tanga y ofreciéndome su más íntima desnudez, movimientos lascivos, sudores lujuriosos, olores embriagadores, estaban mostrándome su húmedo y bellísimo sexo. No podía contener mi emoción y le dije: “¡¡¡eres la mejor, eres mi diosa, joder cómo te quiero, adoro tu sexo…!!!”

Se acercó a mi provocativamente, seduciéndome con cada nota, con cada contoneo, volviéndome loco, aprisionándome en ella y me perdí en la más embriagadora de las delicias,… en los abrazos de mi mujer, en ella y en su sexo divino.

¡Gracias mujer, por ofrecerme tu cuerpo de hembra y tu alma de diosa! ¡Gracias por hacerme sentir tu hombre, por hacerte sentir mía, por hacerme sentir tuyo!

Con todo mi cariño, Ignasi Tebé
Sanador, escritor, educador sexual y facilitador de talleres y cursos.

Ahí va un link al striptease de “Nueve semanas y media”, que lo disfrutéis!!!

sábado, 1 de noviembre de 2014

Un trío para ella

Era una tarde de otoño, de aquellas en las que ya hay que subir el termostato para conseguir los 20 grados del bienestar; aquella tarde, como algunas otras, estábamos divirtiéndonos, bromeando y hablando de nuestras fantasías sexuales; algunas ya las habíamos llevado a la práctica, otras estaban pendientes de realizar, pero aquel día volvió a salir nuestra fantasía imposible.

Ella conocía mi oscuro deseo de hacer el amor con una mulata de buen ver, era un deseo de adolescente que, a mi edad, seguía asaltándome cada vez que veía una mujer de aquellas características. La conversación con mi pareja dio lugar, en plan jocoso, a preguntarme qué haría ella entretanto, yo le dije: “si quieres mirar…” ”si, hombre…” me contestó, y me dejó muy claro que de darse este caso poco probable, ella querría participar y jugar conmigo, y, quien sabe si con ella.

Le pregunté si también querría que yo estuviera en el caso de que su otra fantasía oculta, un  trío con dos hombres, se produjera; estábamos jugando y riendo, pero vi en su cara un rasgo de sinceridad, “naturalmente que quiero que estés; si esto ocurre algún día, no sabría hacerlo sin ti, es a ti a quien amo, aunque me gusten los tíos buenos y fantasear con ellos”, con una maravillosa carcajada.

Hablamos de, llegado el caso, si sería mejor un conocido, buscar a alguien por Internet, o ir directamente a un profesional del sexo, las ventajas de esta última opción fueron fulminantes. Los dos nos amábamos y no querríamos meter a terceras personas en nuestra vida amorosa, aunque esporádicamente en nuestra sexualidad quisiéramos montarnos un “menage a trois”.

El tema quedó abierto, los dos estábamos de acuerdo en el modo, aunque no acordamos ninguna fecha concreta.

Faltaban dos meses para su cumpleaños y pensé que sería importante por mi parte ser el primero en obsequiarle con su fantasía; me costaba buscar el hombre adecuado que colmara sus aspiraciones, sabía bien cómo le gustaban, porque cuando los veía me lo hacía saber. Mi punto de celos creció, tenía miedo de quedar mal delante de un profesional más joven, cachas y además guapo… y con una polla mejor que la mía, trabajé mi ego y mis complejos y finalmente me decidí. Después de visitar las Webs de algunas agencias de profesionales del sexo, de algunos mails y llamadas, encontré a la persona que sabía le encantaría: era guapo, moreno, muy varonil, cuerpo atlético, treinta y pocos y, por la voz y currículum, deduje que además de apasionado, era culto y podía ser sensible y tierno. Le conté mis miedos y me dijo: “tranquilo, quiero que el protagonista seas tú, yo sólo seré su capricho…”

A ella la avisé un par de días antes, sin darle demasiadas pistas, pero las suficientes como para imaginarse que la sorpresa era sexual y que deberíamos salir de casa a una hora determinada, para que se arreglase a su manera.

En la habitación del hotel había cava, tres copas, frutas y chocolate, como había encargado. Diez minutos más tarde llegó él, a ella casi se le cayeron las bragas al verlo, le había gustado… al cuarto de hora de charla, copas y toqueteos, el hielo se había fundido y, al ritmo de una buena música, empezó nuestro primer trío.

Mientras yo la cubría de besos, él, lentamente, fue desnudándola, alabando cada parte de su delicioso cuerpo, luego la tumbamos en la cama y los dos la fuimos besando y acariciando a la vez, yo empecé por arriba y él por abajo. La oímos jadear como a una hembra en celo cuando yo le lamía los pezones, acariciando su vientre, y él empezaba a besar y lamer su sexo, ¡cómo le gustaba sentirse hermosa y deseada, tocada y besada por los dos a la vez! él y yo nos miramos y sin palabras nos entendimos al instante.

Con un rápido gesto colocamos a mi mujer sobre él, cara a cara, cuerpo a cuerpo, sexo con sexo, él la estaba acariciando a conciencia y ella gozaba, haciéndonos saber lo que sentía como mujer y como diosa. La embistió con suavidad y metió todo su sexo dentro sacando de ella una exclamación que no voy a repetir; definitivamente estaba gozando de lo lindo. Yo me paré un momento y contemplé la escena, los dos tenían los ojos cerrados y estaban disfrutando salvajemente. No sentí celos, me felicité por mi hombría y me sentí el autor de la fiesta… susurré al oído de mi mujer: “¡como disfrutas cariño, que callado te lo tenías jodida…!” y me contestó: “te adoro amor y te quiero más que nunca, pero ahora te quiero detrás, fóllame tú también…”

Empecé a besar su espalda y sus lindas nalgas que danzaban al vaivén de su cabalgada salvaje, la agarré fuerte por la cadera, reduje sus movimientos y dije en voz alta, ¡voy a sumarme a la fiesta! Los dos pararon y, con destreza, lubriqué con cariño el ano de mi amada, mi erguido y ansioso pene, y me dispuse a penetrarla suavemente para hacerla gozar igual que yo iba gozando cada milímetro que avanzaba. Cuando tuve más de la mitad dentro, le dije “¡ahora sabrás si tu sueño vale la pena, te vas a enterar…!”

Inicié mi cabalgada y, al momento, su apuesto capricho se acompasó a mi ritmo, ella se dejaba llevar con los ojos cerrados por su poderosa fantasía, jadeando, chillando, animando, disfrutando, se puso a reír y a llorar a la vez, noté que estaba a punto de llegar, paré y él siguió, luego paró él y seguí yo y, así, prisionera de los dos, entró en una espiral de placer, gritando y dando gracias a sus diosas, cayendo sobre él, viendo su placer culminado.

Los dos la poseímos a la vez y luego, por separado, los dos la hicimos gozar varias veces hasta el éxtasis y fue curioso porque sentí una cierta camaradería con ese chico, estábamos de acuerdo en qué hacer para satisfacerla a ella sin ánimo de demostrar nada a nadie, simplemente gozar viendo como ella se retorcía de placer una y otra vez entre nosotros.

Terminamos con un clásico del porno, masturbándonos los dos sobre ella, le gustaba que yo lo hiciera a veces y esta vez se llevó partida doble. El final fue en la gran bañera del hotel, los tres riéndonos enjabonándonos y jugando, como fin de fiesta nos dijo: “los dos me habéis hecho sentir muy especial, muy mujer, muy golfa, pero muy grande a la vez, y ahora me encantaría sentirme aún más vuestra y colmar otra fantasía, aunque me sorprenda a mi misma y a la vez me avergüence pedíroslo, pero es como lo siento en este momento: quiero vivir una lluvia dorada, sentir sobre mi cuerpo vuestra calidez, la de los dos”, y así, sin chistar y, casi con reverencia, realizamos su último deseo, yo oriné sobre su sexo y él sobre su pecho.

Se despidió muy cortésmente y yo le di lo convenido de forma discreta, al marchar ella me miró y yo asentí, le dio un buen morreo al chico. Reconozco que se lo había ganado.

Cuando todo terminó, una vez solos, me dijo, “ éste ha sido el regalo más difícil que me han hecho en toda mi vida. Me has hecho muy feliz, los dos me habéis tratado como a una diosa y a la vez me habéis hecho sentir muy…guarra, sepas que después de esto te quiero mucho más, me has demostrado algo que muy pocos hombres serían capaces de hacer”, y me regaló un largo y prolongado beso que volvió a encender el fuego de todo mi ser.

Mi hombría se creció, mis celos desaparecieron ¡había conseguido vencer el miedo al ridículo! y gracias a ello le había regalado un día inolvidable. Me sentí grande, generoso, y la amé mucho más todavía porque la veía más mujer que nunca, mi querida golfa, mi amante, mi diosa…


Ricardo