Estabas ahí, cubierta por las
flores de un pareo que sólo escondía tu desnudez. El ambiente era cálido y
sensual, lámparas de sal, una vela, incienso de cannabis, una copa de vino
tinto … música de Deva Premal, tu y yo.
Puse mi mano firme entre tus
piernas, tomando tu sexo entre mis manos con seguridad y mucho amor, con la
otra agarré tu cabeza y te dí un ardiente beso de los que quitan el aliento… me
dijiste no se qué y te callé la boca con otro beso… todavía no, te quiero tanto que me gustaría hacer interminable este
momento, te dije; abriste los ojos implorando placer… lo siento señora, todavía no ha llegado su hora, paciencia…, susurré
con una mirada picarona.
Llevábamos semanas hablando de este masaje, pero nunca hallábamos el momento para disfrutar lo que tanto deseábamos; ahora, por fin, nos habíamos dado el permiso y queríamos sentirlo con todo nuestro cuerpo, con pasión y con alma.
Llevábamos semanas hablando de este masaje, pero nunca hallábamos el momento para disfrutar lo que tanto deseábamos; ahora, por fin, nos habíamos dado el permiso y queríamos sentirlo con todo nuestro cuerpo, con pasión y con alma.
Los dos, dándonos la mano, cerramos los ojos para entrar juntos
en conexión con este momento. No sé lo que pensaste o sentiste, pero yo le pedí
a mi Ser que guiara mis manos, mis dedos, todo mi cuerpo, para que supiera
proporcionarte el abanico de sensaciones, emociones… y los distintos momentos de placer que tú y
tu alma estabais deseando.
Me incorporé, te besé con mucha ternura, acerqué el
aceite y los pañuelos de papel (sabía que los pedirías) y, mirándote a los ojos,
empecé a tomar consciencia de mi respiración y de mi esencia. Te ofrecí una
copa de vino y con toda tu lujuria le diste un pequeño sorbo, relamiéndote los
labios. Me hiciste sentir un juguete tuyo, sentí que me tenías… yo era el
masajista, tu dador de placer y, sin embargo, antes de empezar ya dominabas mis
instintos. Volvimos a relajarnos, te tumbaste de nuevo, poco a poco dejaste de
reír y te entregaste a mi.
Estabas con los ojos cerrados, tu cuerpo y mi alma,
respirando muy suave, más hermosa que nunca, deliciosa… se despertó en mi algo
desconocido al verte así, tan rendida, tan confiada, tan mía, quizás era
respeto, admiración… te honré, te sentí mi mujer y mi diosa.
Coloqué mi mano izquierda sobre tu frente y la derecha sobre tu pubis, sentí mi energía masculina viajar hacia tu vientre y ascender hasta tu cabeza, respiré, respiramos… los dos, sin darnos cuenta, conectamos a través de nuestros pulmones y sentí que el masaje ya podía empezar. Subí el pareo hasta tu pubis y, colocando aceite sobre mis manos, me dispuse a acariciar tus pies; sentí cómo te estremecías al sentir mis cálidas manos sobre tu piel iniciando el ansiado masaje.
Coloqué mi mano izquierda sobre tu frente y la derecha sobre tu pubis, sentí mi energía masculina viajar hacia tu vientre y ascender hasta tu cabeza, respiré, respiramos… los dos, sin darnos cuenta, conectamos a través de nuestros pulmones y sentí que el masaje ya podía empezar. Subí el pareo hasta tu pubis y, colocando aceite sobre mis manos, me dispuse a acariciar tus pies; sentí cómo te estremecías al sentir mis cálidas manos sobre tu piel iniciando el ansiado masaje.
Jugué con tus pies, con tus hermosos deditos, acaricié tu
planta, me dejé llevar y presioné algunos puntos, sentía tus suspiros de
aprobación y de placer, levanté tus pies para besarlos, lamerlos mientras
acariciaba con todos mis sentidos tus tobillos. Inicié un viaje por tus
piernas… cómo me gustan, largas moldeadas, ágiles, tan finas y sensuales…
cuando subía por tu entrepierna, haciéndote sentir las delicias de tu piel, olí
tu oculto sexo, deseando hacerme con él… pero ahora la reina eras tu, yo solo
era tu proveedor de placer… me gustó esta idea, me relajé y me entregué a ti de
lleno.
Realmente no lo recuerdo todo, pasé de largo tu sexo,
retiré del todo el pareo y, untándote de aceite, seguí subiendo por tu vientre,
conectando con tus entrañas de mujer, sintiendo tu poder en mis manos. Lo besé,
mientras posaba una mano sobre tu sexo y la otra sobre el corazón, tocándote el
pecho. Me sentí morir de amor, creo que mis ojos se mojaron y fue entonces
cuando mis dedos y manos, brazos y medio cuerpo empezaron a danzar sobre tu
preciosa desnudez, subían por los costados casi sin tocarte, rozando…
acariciando tu cuello y volvían por el centro… cada vez más cerca de tus senos,
sintiendo tu placer que también era mío, embriagándome y transformando mi
locura en una danza sensual, donde sentía tu cuerpo y lo que él me decía, donde
tu alma me hablaba, tu niña quería seguir jugando y tu diosa me abrazaba.
Rocé varias veces tus pezones, justo para ponerlos
erectos y gozar de tan linda visión, sabes muy bien cómo me gusta verlos así, acaricié
un poco tu sexo pasando por tu punto de placer, calentándote, haciéndote
estremecer, sabiendo que querías más, mucho más…
Volví a tapar tu cuerpo y me senté cómodo para acariciar
tu cabeza y tu cara, quería disfrutar de tu rostro, de tu pelo, de tus sabrosas
mejillas, besar tu nariz, tus párpados, dedicarle mimos a tus sienes, lamer tus
orejas… perderme en tus labios, mentón, cuello… nuca… te estremeciste varias
veces… se me iban las manos hacia tus pechos y pezones, provocándote suspiros,
gemidos y alguna palabra obscena de exigencia, ¿lo recuerdas?... no me provoques o te ataré y será peor; te
callaste y dije, quitándote el pareo, date
la vuelta mi amor.
Tu espalda era una visión tan exquisita que sentí vibrar e
hincharse mi sexo dentro del pantalón, puse tu mano sobre él para que supieras
lo que estaba sintiendo… tu gemido no me dejó lugar a dudas. Saboreé la
exquisitez de tus curvas, tus suaves y redondeadas nalgas, tu entrepierna,
muslos, pantorrillas… eché un chorro de aceite desde tu cuello hasta este culo
que me vuelve loco y antes de que se desparramara empecé a acariciar tu
desnudez lasciva, la espalda desde la nuca y los hombros hasta los guiños que
me hacían aquellos lindos hoyuelos justo donde la espalda empieza a llamarse de
otra forma. Me encanta hacerte sentir la pasión que despiertas en mi, jugué con
mis dedos contando tus costillas, acariciando tus vértebras desde la primera
hasta la última, presionando sobre aquellos puntos, en tus nalgas que te hacen
sentir, suspiraste con fuerza… te estabas liberando de tanta presión, tu ritmo
cambió, sentí dentro de ti la libertad, puse mi mano sobre tu culo, mi dedo
medio sobre tu ano, acariciándolo suavemente y mi otra mano jugó rozando tu
espalda, nuca, cabeza… sintiendo la danza de tu energía emergente en tu
interior; tras unos minutos noté tus convulsiones de placer, aumentando a cada
instante, vi cómo te arqueabas y, exhalando un grito, temblaste de abajo hacia
arriba; lo gocé sintiéndolo en todo mi cuerpo, llorando tu plenitud, respirando…
siguiendo tu proceso, escuchando tus lágrimas.
Nos quedamos así unos minutos hasta que lentamente
recuperaste tu ritmo, antes de darte la vuelta te sonaste la nariz y secaste
las lágrimas y, cuando vi tu cara, el que lloró fui yo; eras la mujer más
hermosa que nunca había visto, tu cara era casi de niña, tu mirada mostraba un
alma iluminada, tus labios me pedían un beso. Así nos quedamos unos minutos,
besándonos y acariciando tu cuerpo, esta vez sí, con toda la intención de
hacerte tocar el cielo. Cerraste los ojos, tu respiración empezó a acelerarse,
tu corazón latía con fuerza, tu sexo pedía placer.
Mi mano izquierda jugó con tus pechos, pezones,
barriguita; mientras, mi diestra acariciaba y jugueteaba con tus húmedos
labios, sabía como hacerlo y te gustaba; poco después, cuando introduje mi dedo
en busca de tu punto sagrado de placer, pegaste un brinco, estabas muy
excitada, notaba claramente este punto en la yema de mi dedo, lo acaricié, lo
rodeé, lo presioné… mientras mi pulgar e índice jugaban con tu clítoris
travieso, dibujándolo, asiéndolo con ternura, con más presión… sentía que te
estabas volviendo loca, yo sudaba como si estuviera follándote con toda la
pasión del mundo… empezaste un tipo de gemidos que no dejaba lugar a dudas… tu
orgasmo estaba cerca. Cambié a un ritmo más lento, te quejaste, te besé… déjame hacer, te dije, sellando tu boca
con un ... Y lentamente te acompañé hasta la cima del éxtasis, viendo y sintiendo
tus oleadas de placer… el orgasmo iba llegando despacio, iba a ser de aquellos
tan especiales, tan maravillosos; cuando intuí, en la calma, que estabas
llegando a la cima, volví a cambiar el ritmo, esta vez más rápido… tres
segundos y gritaste tu victoria, que se prolongó hasta casi perder el sentido;
en aquel instante te imaginé viajando con tus alas por un espacio de éxtasis sensual,
hecho de luz, de mucha paz y mucho amor… te sentí libre, muy tuya.
Cuando volviste en ti, lentamente saqué mi dedo de tu
interior, relamí tus sabores, te estremeciste, te miré y, con lágrimas en los
ojos, te besé…
Gracias amada mía
Ignasi Tebé
Terapeuta, escritor y educador sexual
itebe3@gmail.com o llamar al 667761640
itebe3@gmail.com o llamar al 667761640
Próximo taller de Masage Tántrico aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario